El libro Consolations, de David Whyte (Canongate, 2019) es, sin exagerar, un lugar al cual volver, cuando las palabras se nos vuelven un misterio porque somos incapaces de atribuirles otro significado que lo conocido y repetido durante décadas. Esto dice Whyte sobre la palabra soledad:
Es una palabra que carga la austera y solitaria belleza de su propio significado. Es, al mismo tiempo, una invitación a la profundidad y una inminente amenaza cuando se dice “completamente solo”, con su eco inevitable de abandono. El primer paso para estar a solas es admitir cuánto miedo nos da. Estar solo es una disciplina difícil, que permite la intimidad contemplativa con lo desconocido, pero al principio, la soledad se experimenta como una puerta a la alienación, el duelo y el abandono.
En terapia, hablar de soledad es una conversación frecuente. Se intenta aclarar qué lugar tiene en la vida, cuánto la soportamos, cuántas cosas hemos hecho para alejarla, lo mucho que se le teme y muchas veces se convierte en una pregunta: ¿Por qué me cuesta tanto estar sola? En terapia, aunque se indaga en el misterio de la mente, no se encuentran respuestas simples a cuestionamientos complejos. Que el síntoma sea la imposibilidad de estar solo, puede hablar de abandonos tempranos que siguen doliendo y necesitando reparación. También de relaciones infantiles y después conyugales de profunda dependencia en las que nunca se pudo desarrollar una identidad de a uno sino siempre de a dos, aunque Anne Dufourmantelle plantea al dúo como irremediable: Nosotros venimos de allá, del enlace, nacemos acordonados como los alpinistas, amarrados a un vientre, un alma, unas tripas, una voz, nosotros venimos de a dos.
Para las mujeres, estar solas, a veces significa falta de legitimidad, como si fuera necesario tener a un hombre cerca para existir y ser valiosas, como si no tenerlo significara la desaparición del ser. Habrá otros que busquen madre o padre idealizado en la pareja. Qué difícil en estos casos, quedarse sin el significante de compañía y consejo, desde una posición infantil en la que estar solo y tomar decisiones importantes fuera imposible. Estar solo requiere la capacidad de enfrentar duelos sin usar a los otros como distracción. Abrir el espacio para hablar con una misma y permitirse la tristeza a pesar del miedo.
Sigue Whyte: Estar a solas nos pide reimaginarnos, escucharnos con más cuidado, en el silencio, con el que hay que hacer amistad, para tejer lentamente una vida interior. La soledad no necesita un desierto ni un océano ni una montaña. A veces se siente mucho más difícil en medio de circunstancias íntimas, en la oscuridad de una cama conyugal, a un centímetro pero a miles de millas de distancia o en el silencio de la mesa de la cocina, pero sentirse solo en la presencia de otros también es entender la singularidad de la existencia humana. Admitir que nos sentimos solos puede interpretarse como un rechazo y una traición a los otros. Como si no fueran buena compañía y no tuvieran vidas interesantes y entretenidas. Estar solo puede ser un tiempo lejos del trabajo, de una idea sobre nosotros mismos o de una pareja comprometida. Quizá es una forma de vivir algo que se sienta como una elección otra vez. Estar solo como un logro que se busca y no un estado al que hemos sido condenados.