Ramón López Velarde: su debate entre Eros y Tánatos

CLARAMENTE

Dra. Yolanda Pica
Dra. Yolanda Pica La Razón de México

Jerez, Zacatecas, 1891, Ramón (tres años) se recarga en el caliente vientre protuberante de su madre embarazada, Trinidad (21 años) juega con su largo cabello suelto, buscaba siempre tiempo, que ella no tenía para darle, entre las labores de la casa y la maternidad, fueron nueve hermanos; más tarde lo llevan a cortar higos, su padre (38 años), don Lupe, abogado de profesión y dueño de un colegio en el pueblo, comparte un rato con él y le enseña a pronunciar: “higos inocentes”, el pequeño primogénito repite: “i-no-cen-tes”; estas historias se las debemos a Guillermo Sheridan, autor de Un corazón adicto, 2002.

Su familia, que es muy católica, pronto consigue que el pequeño Ramón sea acólito, el sacerdote Reveles le explica las grandes responsabilidades que tendrá, a sus aprendizajes de la religión se acompañan eventos de terror en los que ve fantasmas y va desarrollando miedo al purgatorio y al infierno, cuando estas pesadillas le quitan la paz, su madre viene a calmarlo. De forma alterna el mozo de la casa lo lleva a espiar a las mujeres que se bañan desnudas en el río, el niño se impresiona de ver sus pechos y escuchar sus carcajadas, muy temprano en su vida surgen dos intereses que lo acompañarán en una dualidad perpetua: la sexualidad y la religión.

Su padre consigue ser notario en Aguascalientes, por lo que Ramón llega a esta ciudad a los 10 años. Sólo tiene 12 cuando deciden que vaya al seminario, donde estuvo cinco años. Tuvo su primera novia a los 15: Josefa de los Ríos, una parienta lejana, que en ese tiempo tenía 23. Fue su musa principal y la llamó en sus poemas “Fuensanta”, conflictuado, encuentra en la poesía una manera de expresar su dolor emocional; Don Lupe, su padre no está de acuerdo ni con su romance ni con su poesía.

Ramón López Velarde: su debate entre Eros y Tánatos
Ramón López Velarde: su debate entre Eros y Tánatos

En 1905, a los 17 años López Velarde deja el seminario para estudiar la preparatoria y a la muerte de su padre en 1908 se va a vivir a San Luis Potosí a estudiar derecho y decide ser escritor.

En 1920 Sigmund Freud publica Más allá del principio del placer, que corresponde a su segunda tópica: el principio del placer vs. el principio de realidad, se propone como una dualidad de las pulsiones sexuales y las de autoconservación, Eros: denominación alternativa para las pulsiones de vida y Tánatos: que corresponden a la pulsión de muerte, que tienden a la autodestrucción. De acuerdo con José Emilio Pacheco, en su libro acerca del poeta, La lumbre inmóvil, en la vida de López Velarde, Tánatos vence a Eros, en su poesía separa a las mujeres en dos: las castas, que no disfrutan la sexualidad y las prostitutas, que se entregan al placer, el fracaso de las ilusiones se liga a la convicción católica de que no hay redención en la tierra, se aferra al dogma que le devuelve la esperanza y sólo logra la unión sexual con su musa “Fuensanta” en su poema póstumo “El sueño de los guantes negros”, en el que los amantes se encuentran en la resurrección, en la cual él creía, y por fin se pueden abrazar de forma sensual.

José Luis Martínez, erudito y compilador de su obra, nos explica por qué López Velarde pasó a la posteridad: “Su misma personalidad nos ayuda en este concierto de simpatías. No fue un triunfador ni un héroe. Con gesto tímido afrontaba los riesgos del mundo y entregaba su corazón a un juego de eternas pérdidas y frustraciones; veía con ojos de azoro los excesos y los prodigios del tiempo y seguía sintiéndose criatura de Dios que sufría en su conciencia y en sus sentidos el peso del misterio de la existencia y la angustia de las postrimerías”.

Ramón López Velarde: su debate entre Eros y Tánatos
Ramón López Velarde: su debate entre Eros y Tánatos

López Velarde llega a vivir a la Ciudad de México en 1915, a los 27 años, y se vuelve asiduo de los prostíbulos, como nos explica Juan Villoro, en una conferencia que dictó con motivo de los 100 años de la muerte de el poeta: “Muy bueno para profesar la fe, pero no para cumplirla”, sus musas impolutas con las que no puede expresar el amor sexual que vuelca en las rameras de la ciudad en una época en la que había epidemia de sífilis y no existía la penicilina.

De acuerdo con el doctor Héctor Pérez-Rincón, experto nacional de Psicopatología de la Expresión, en su reciente libro La flor punitiva, que toma su nombre de una prosa de nuestro poeta publicada en 1920, y es la forma como López Velarde designa metafóricamente a la lesión primaria que produce la infección sifilítica en el pene o la vulva de las personas infectadas.

En mi punto de vista, el poeta sabía que sufría esta enfermedad venérea, incurable en ese tiempo, frustrado de no poder cumplir con sus obligaciones de “cabeza de familia” y apenas empezando a tener éxito con su poesía, la desesperanza y tristeza lo llevaron a permitir que triunfara “Tánatos” y en una forma de castigo, descuidó su salud, caminó descubierto en la noche fría de la Ciudad de México, donde se enfermó de una neumonía que lo llevó a la muerte.

Su prematuro fallecimiento, a los 33 años, el 19 de junio de 1921, días después de salir publicado su poema “La suave patria”, causó una conmoción en el ministro de Cultura José Vasconcelos, quien le hizo llegar el escrito al presidente Obregón, a quien le gustaban los versos, quedó tan impresionado que autorizó funerales por cuenta del gobierno, decretaron tres días de luto nacional e imprimieron 60 mil ejemplares de su poema, evento en el que se inició la mitificación del poeta. El 15 de junio de 1963 sus restos mortales fueron exhumados y trasladados a la Rotonda de las Personas Ilustres de la Ciudad de México.

En sus palabras: “Nada me desengaña, el mundo me ha hechizado”.

Ramón López Velarde: su debate entre Eros y Tánatos
Ramón López Velarde: su debate entre Eros y Tánatos

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.

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