Imaginar a la humanidad conquistando el espacio puede parecer para muchos un tema de ciencia ficción o una posibilidad de un futuro muy lejano.
Sin embargo, durante los últimos años, la carrera espacial ha dado un salto gigantesco y al final de la década tendremos una multiplicidad de proyectos privados y nacionales alrededor de la Tierra, en la Luna y también en Marte.
Para Estados Unidos, volver a enviar personas a la Luna es el objetivo principal de la década, pues no han hecho eso desde el fin del programa Apolo, en 1972. Las misiones Artemis buscan establecer una base lunar habitada a finales de esta década y, para ello, las agencias estadounidenses han apostado por crear una sinergia mutuamente benéfica con la iniciativa privada. SpaceX, la empresa de Elon Musk, será la encargada de diseñar y operar el cohete con el que la misión alunizará, mientras que la sonda que transportará a los astronautas será el diseño más exitoso entre Blue Origin, la compañía de Jeff Bezos, quien también es el fundador de Amazon, y la empresa aeronáutica Boeing.
La iniciativa privada se ha lanzado a conquistar el espacio después de que los cohetes de Elon Musk demostraron que la carrera espacial ya no era un asunto reservado para gobiernos nacionales. SpaceX domina el mercado de lanzamientos espaciales y busca enviar habitantes a Marte en los próximos 5 años, pero múltiples empresas han comenzado a proporcionar servicios con cohetes capaces de ser pagados por empresas más pequeñas que necesitan lanzar satélites u otros objetos al espacio. Por ejemplo, la empresa Astra tendrá el año siguiente un lanzamiento comercial mensual y avanzará para tener un lanzamiento diario en 2025. La empresa Axiom Space conectará en un par de años el primer módulo privado a la Estación Espacial Internacional y en esta década operará la primera estación espacial completamente privada.
La carrera espacial combina el interés económico que tendrá la posible explotación de los infinitos recursos existentes en el espacio, el idealismo de la humanidad habitando fuera de la Tierra y la competencia geopolítica entre diferentes gobiernos. El ímpetu estadounidense también tiene un componente de poder, pues China ha definido como una prioridad nacional lanzarse al espacio de manera permanente, al punto que en marzo de este año firmó un convenio de colaboración con Rusia para construir una base orbital alrededor y en la Luna. Por ello, avanzar lo más rápido posible para convertir al espacio en una fuente de recursos, prestigio y poder es una carrera que ya no sólo consiste en conquistas simbólicas, como fue hace varias décadas.
Precisamente por ello, que este fin de semana la empresa Virgin Galactic lograra su primer vuelo a la frontera con el espacio exterior, que será seguido la siguiente semana por otro vuelo comercial de Blue Origin (ambos vuelos transportando a los respectivos dueños de las compañías), no se trata ya de notas aisladas sobre millonarios y excéntricos, sino que se trata de los pasos incesantes para capitalizar el espacio y que se han puesto en marcha para colocar a la humanidad en el espacio de manera irreversible. El futuro que muchos creían lejano hoy es una realidad.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.