Culminaron las dos competencias de selecciones más importantes de América y Europa; en términos generales el gremio futbolístico puede sentirse más que satisfecho. La Euro respondió con una logística espectacular y un alto nivel de futbol. Mientras que en el sur de nuestro continente, Brasil acogió un torneo en medio de la desolación y al final, nos regaló un final épico de la mano de Lionel Messi.
Tras conocerse a los dos campeones, Italia y Argentina, los debates explotaron con las designaciones de los mejores 11 de cada competencia, si Argentina pudiera sobrevivir en esta edición de la Euro, que si Messi se robó el show de ambos torneos. Las discusiones futboleras reventaron por todos lados.
La diferencia sustancial entre los dos torneos es simple y llanamente el dinero. El continente más rico del planeta versus una zona en “vías de desarrollo” como se le denominó por parte de las potencias en la década de los noventa.
Tal vez de este lado del charco no se tiene el poderío económico, pero se tiene la mejor materia prima. Ya lo dijo Blatter alguna vez, “en el futbol, Sudamérica es el viejo continente”. Y no tengo la menor duda de que la Argentina que disputó la fase final, más Brasil y Colombia, podría dar batalla en cualquier grupo de la Eurocopa.
En cuanto a las publicaciones de UEFA y Conmebol de los 11 mejores jugadores de cada competencia, lo que más retumbó fue la ausencia de Cristiano Ronaldo en Europa; los delanteros elegidos fueron Sterling (Inglaterra), Lukaku (Bélgica) y Chiesa (Italia), éste último el mejor atacante sin duda alguna. El mejor del torneo, el portero italiano Gianluigi Donnarumma, flamante refuerzo del PSG.
Chiesa, Spinazzola y Donnarumma guiaron a la squadra Azurra a conquistar Europa 53 años después. Merecido título para el mejor del torneo. Únicamente fueron 45 minutos ante España en donde fueron ampliamente superados.
En América, no hay más que destacar la participación de Argentina; un equipo con mucho más corazón y garra que incluso la de aquel equipo que llegó a la final del mundo en 2014. Y por encima de todos: Lionel Messi.
Cuando uno aprende a no aferrarse a las cosas, a veces éstas suceden por sí solas. Y así parece ser la historia de Messi con su selección. Presionado por toda una nación, Messi parecía vivir condenado a fracasar con la albiceleste. Lo etiquetaron de “pecho frío”, de no sentirse argentino y mil críticas más. Nadie sufrió más que él los fracasos anteriores y probablemente aquellas derrotas y el paso del tiempo, lo liberaron de una prisión que no merecía.
El diez salió en cada partido como un león y disputó la final como aquel Messi de 21 años. Era su noche, era inevitable. Cayó de rodillas y rompió en llanto cuando el árbitro pitó el final. Se acabó el trauma de Messi y el de una nación que encuentra en el futbol un sentido distinto y que tras 28 años volvió a celebrar. En un emotivo mensaje, Messi le dedicó la Copa a su familia, amigos y a los 45 millones de argentinos. Y, por supuesto, al Diego.
Ante la extinción de la Confederaciones, los dos organismos ya planean un juego entre Italia y Argentina, la copa EuroAmérica. Ya muchos proponen como sede el Estadio Diego Maradona en Nápoles. ¿Alguien se opone a la idea?