Deuda y democracia

PESOS Y CONTRAPESOS

Arturo Damm Arnal*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.  Foto: larazondemexico

Comienzo citando a Alberto Benegas Lynch: “La deuda pública es absolutamente incompatible con la democracia, puesto que compromete el patrimonio de futuras generaciones que ni siquiera han participado en el proceso electoral para elegir a los gobernantes que contrajeron la deuda”.

En los últimos cuatro Pesos y Contrapesos vimos que: (i) la deuda gubernamental total, en lo que va del sexenio, ha aumentado 15.0 por ciento; (ii) que entre 2018 y 2020, como porcentaje del ingreso generado en el país, aumentó 13.1 por ciento; (iii) que como porcentaje del ingreso del gobierno, entre 2018 y 2020, aumentó 6.7 por ciento; (iv) que, dado que el artículo 73 constitucional se dice que “ningún empréstito podrá celebrarse sino para la ejecución de obras que directamente produzcan un incremento en los ingresos públicos”, la parte de deuda gubernamental, que no se destina a la producción y oferta de bienes y servicios, cuya venta le genere ingresos al gobierno, resulta inconstitucional; (v) que una vez que el gobierno se ha endeudado le quedan estas opciones: declarar la moratoria, renegociar la deuda, contraer deuda nueva para pagar deuda vieja; (vi) que para liquidar deuda el gobierno tiene que: vender activos; aumentar impuestos (para liquidarla) y gastar lo mismo en beneficio de los ciudadanos; no aumentar impuestos y gastar menos en beneficio de los ciudadanos (para liquidarla); aumentar impuestos (para liquidar la deuda) y gastar menos en beneficio de los ciudadanos (para liquidarla), siendo que en cada uno de estos casos el ciudadano pierde, o porque le quitan más y le dan los mismo, o porque le quitan lo mismo y le dan menos, o porque le quitan más y le dan menos, lo cual tiene que ver con la Equivalencia Ricardiana.

Para redondear este breve análisis sobre la deuda gubernamental conviene poner atención a lo que dice Benegas Lynch: dicha deuda es incompatible con la democracia, ya que compromete el patrimonio de generaciones futuras, que no eligieron a quienes la contrajeron. Cuando el gobierno tenga que liquidar la deuda, no solo administrarla, tendrá que echar mano de los ingresos de los ciudadanos, y no solo los de hoy, sino también los de mañana, los que todavía no nacen, los que no votaron por quienes los endeudaron, lo cual, por aquello de “no taxation without representation”, es incompatible con la democracia, y eso, taxation without representation, es lo que implica la deuda gubernamental, que ningún gobierno contrae a un plazo tal que deba ser ese gobierno, y no los que vienen, el que la liquide. Botón de muestra: gobiernos mexicanos han contraído deuda, en dólares, libras esterlinas y euros, a plazos de cien años. Sí, ¡cien años!, lo cual es increíble, no desde el punto de vista del deudor, sino del acreedor.

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