La epistemología del Cardenal Newman

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

John Henry Newman nació en 1801 y murió en 1890. En 1825 se ordenó como presbítero de la Iglesia Anglicana. Fue integrante de un grupo intelectual conocido como “el movimiento de Oxford” en donde se planteó la naturaleza de la relación entre el anglicanismo y el catolicismo. Después de un largo y difícil periodo de reflexión, decidió abandonar la Iglesia de Inglaterra para ordenarse como sacerdote católico en 1847. Su labor dentro del catolicismo inglés fue muy destacada tanto en el servicio pastoral como en el plano intelectual. En 1879 fue hecho Cardenal por el Papa León XIII.

Newman fue un autor muy prolífico, sin embargo, sus ideas fueron poco conocidas en el mundo hispanoparlante, salvo por algunas figuras excepcionales, como Unamuno. Sus escritos versan sobre una diversidad de disciplinas como la filosofía, la teología, la historia de la Iglesia y la pedagogía. Su obra más conocida es Apología pro vita sua, texto autobiográfico en el que narra la historia de su conversión al catolicismo.

Aunque quizá no sea el más conocido de sus libros, el Ensayo para contribuir a una gramática del asentimiento es la obra filosófica más importante del Cardenal. En este libro, Newman abre una línea epistemológica para defender la fe ante las objeciones ilustradas, modernas y cientificistas.

Newman responde las objeciones de lo que él llama el liberalismo religioso. Esta doctrina sostiene que ninguna religión puede demostrarse como verdadera, por lo que cualquiera de ellas es tan respetable como cualquier otra. Un corolario de esta doctrina es que nadie tiene el derecho de afirmar que posee la verdad acerca de algún asunto de fe. Lo adecuado es anteponer una cláusula precautoria que indique que uno está dispuesto a conceder que está equivocado sobre cualquiera de esos asuntos. La posición correcta en temas religiosos debe ser el falibilismo, a saber, la doctrina epistemológica de que cualquiera de nuestras creencias, no importa qué tanto estemos seguros de ella, puede resultar ser falsa. La única fuente de certeza aceptada por el liberalismo que combatía Newman era la ciencia natural, en particular la ciencia matematizable. Fuera de ella, todo debía considerarse como mera opinión.

La defensa de la fe de Newman es muy diferente a la de otros teólogos. Su aproximación no es normativa sino descriptiva. No especula sobre las condiciones a priori que debe cumplir una creencia para que sea una certeza, sino que revela las condiciones a posteriori que cumplen nuestras creencias que son certezas. Una de ellas es la que él llama “el sentido ilativo”, que consiste en la capacidad humana de articular de manera no deductiva distintos datos y razonamientos para llegar a una conclusión verdadera.

Newman muestra que incluso las certezas aceptadas por los científicos tienen características en común con las certezas que apuntalan nuestra fe religiosa. Por lo mismo, las divisiones tradicionales entre fe y razón y entre ciencia y religión no son tan radicales como suponen los filósofos modernos. La conclusión es que no es irracional creer en Dios, no es algo que deba avergonzarnos en un mundo en el que se acepta que las verdades, de hecho, están determinadas por la ciencia y en el que existe una tolerancia a la pluralidad religiosa dentro de una sociedad laica. Lo que nos enseña Newman es que la epistemología no es una rama separada de la antropología filosófica. Lo que yo conozco depende de lo que yo soy. No puedo conocer de otra manera. Cualquier filosofía que no reconozca este hecho fundamental es una filosofía equivocada.

El Ensayo para contribuir a una gramática de asentimiento es una respuesta al pensamiento ilustrado del siglo XIX. La confianza desmedida en la ciencia de aquel siglo ha decaído ante las críticas que se le hicieron en el siglo XX. Sin embargo, la defensa que hizo Newman de las certezas de la vida diaria sigue siendo, hoy en día, un recordatorio de que la humanidad no puede someterse a la dictadura de la razón arrogante.

John Henry Newman fue canonizado en 2019 en una ceremonia encabezada por el Papa Francisco. Es deseable que el Cardenal inglés no sólo sea venerado en nuestros altares, sino que también sea estudiado en nuestras escuelas de teología y filosofía.

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