Consultas populares que sirven

EL ESPEJO

Leonardo Núñez González
Leonardo Núñez González Foto: La Razón de México

La democracia participativa es el punto medio entre los ideales de la democracia representativa, que consiste en la elección de los representantes que defenderán los intereses de sus electores e integran el gobierno de una comunidad, y la democracia directa, en la que los ciudadanos participan de primera mano en la definición de la política en una asamblea pública universal permanente. Debido a las complicaciones que implicaría la participación ciudadana en todos y cada uno de los asuntos públicos, el tema fundamental es la definición de cuándo, cómo y qué asuntos son sometidos a votación.

Para hablar de democracia participativa no sólo hay que pensar en la importancia de los temas que se someten a la consideración de los ciudadanos, también es necesario evaluar la regularidad con la que estos mecanismos son utilizados. Por ejemplo, una de las múltiples particularidades que colocan a Suiza como uno de los ejemplos más acabados de democracia participativa consiste en que, en promedio, un ciudadano suizo acude a las urnas cuatro veces al año para decidir sobre una diversidad de temas: desde la aprobación de reformas constitucionales, pasando por políticas públicas del cantón en que vive y hasta decisiones de su comunidad, como la construcción de una nueva escuela.

A nivel federal, hay tres escenarios diferentes para que los suizos sean llamados a votar. En primer lugar, están los referéndums obligatorios, en los que cada modificación a la Constitución hecha por los legisladores debe ser aprobada por los ciudadanos. En segundo lugar, están los referéndums opcionales, en los que cualquier decisión del legislativo puede someterse a consulta si al menos 50 mil ciudadanos firman una petición, por lo que la ley sólo puede entrar en vigor si se aprueba en referéndum. Finalmente, están las iniciativas populares, en las que bastan 100 mil firmas ciudadanas para que un tema tenga que ser consultado y, en caso de ser aprobado, se implemente. En lo que va de 2021, por ejemplo, los suizos han celebrado ya dos referéndums, uno en marzo para decidir sobre 3 asuntos diferentes, y otro en junio, en donde se resolvieron otros 5 temas. Para septiembre ya hay dos asuntos programados sobre impuestos y matrimonio igualitario.

En muchas ocasiones el diseño institucional de la democracia directa ha puesto contra las cuerdas al propio gobierno suizo, ya que sus propuestas o ideas han sido desechadas por los ciudadanos (como cuando rechazaron unirse a la Unión Europea), mientras que en otras ocasiones las iniciativas ciudadanas han obligado a implementar políticas que el gobierno no tenía contempladas.

En cualquier caso, lo importante de estos mecanismos es que no están creados para aplicarse a la voluntad del gobernante, sino de los gobernados y, además, sus resultados tienen consecuencias específicas y bien definidas. Si queremos avanzar hacia una verdadera democracia participativa, tenemos que tomarnos en serio ampliar a la mayor cantidad posible las decisiones que requieren aprobación ciudadana y, además, por vías institucionales bien definidas. Si queremos hablar de verdad de consultas que sirvan, vamos tomándonoslo en serio y no sólo pensemos en consultas a conveniencia o con preguntas ociosas.

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.

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