El futuro del sexenio se juega aquí y ahora

QUEBRADERO

Javier Solórzano Zinser&nbsp;<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Javier Solórzano Zinser *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

No existen garantías para que en el siguiente sexenio se sigan puntualmente las políticas que está instrumentando, más lo que quiere desarrollar, López Obrador.

Por más que haya una gran cercanía con quien suceda al tabasqueño existen diversas variables a considerar, las cuales tienen que ver no sólo con el fondo sino también con la forma en que se está gobernando.

Incluso si la perfilada del Presidente termina por ser la candidata de Morena, quien, sin duda, tendría posibilidades de alcanzar la Presidencia, tendría que poner en marcha su estilo personal de gobernar más allá de cercanías y lealtades.

No podría gobernar como López Obrador porque enfrentaría su sombra y dependencia y políticamente se le vería como una extensión del gobierno anterior, lo cual para su imagen y su gobernabilidad sería un elemento contraproducente.

El reto que tiene el Presidente está en lo que va a dejar de herencia, no tanto en sus formas políticas, las cuales son muy suyas, sino más bien lo que tiene que ver con las políticas sociales y con poder consolidar un proyecto de cambio en las graves diferencias sociales existentes, la inseguridad, las políticas en materia de salud y la economía.

El tiempo está corriendo contra del Presidente. Una favorable votación en la consulta sobre la revocación de mandato, lo cual es previsible, le puede permitir una amplia capacidad de maniobra para desarrollar lo que quiere transformar, pero, sobre todo, lo que quiere dejar de herencia.

Con todo y una votación favorable el 6 de marzo, el centro donde se van a dirimir la mayoría de las propuestas está en el Congreso, la gran negociación se va a encontrar en este espacio, en donde es muy probable que el PRI termine por ser un factor para la aprobación de muchas de las propuestas presidenciales.

El tricolor vive con una gran cantidad de pendientes, los cuales conocen a detalle el Presidente y la UIF. Podría ser que con algunos legisladores del tricolor sea cuestión de abrir documentos para colocarlos entre la espada y la pared, terreno que los va a llevar a decidir entre lo que quieren o en el “no les queda de otra”.

De cualquier manera, las cosas se van a mover por un futuro inevitablemente incierto. La razón principal es que, más allá del apoyo que pudiera recibir en la consulta el Presidente, muchas variables son imprevisibles y no necesariamente están en el ámbito del tabasqueño.

Está de por medio el Congreso en el cual se ha ido creando una oposición que no está fácil de superar, lo que incluye las veleidades en que pudiera caer el PRI con el pasado que lo condena.

La herencia de López Obrador se tiene que construir en lo inmediato. Algunas de sus políticas han logrado consolidarse, pero otras que le son muy importantes están siendo y serán muy probablemente cuestionadas.

El caso de los índices de pobreza va colocando en falta al gobierno porque según los números de instituciones como el Inegi, estos índices están evidenciando un crecimiento de los pobres, lo cual rompería de manera muy seria con uno de sus principales objetivos, nos referimos a “primero los pobres”.

El futuro de López Obrador no está en lo que pase dentro de tres años, está ya en el aquí y ahora. Si no logra consolidar sus proyectos y sus intenciones transformadoras va a tener que cargar muchos problemas y va a obligar a que quien le suceda, —sea la perfilada o quien fuera, quien de seguro procederá de Morena o del eventual rompimiento que se pudiera gestar al interior del partido si no se ponen de acuerdo—, a buscar cómo sobrevivir y para ello todo se va a valer empezando por romper con el pasado.

RESQUICIOS

Tarde que temprano un gran problema se iba a presentar en el TEPJF. Su presidente ha sido señalado no sólo por sus pares, sino también por la UIF, y considera que el hecho que se le pida una evaluación de su trabajo es un “golpe de Estado”. Por lo que está pasando y lo que viene no tiene sentido que siga donde está.

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