Los ultras de AMLO

SOBRE LA MARCHA

Carlos Urdiales *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Gerardo Esquivel, subgobernador de Banco de México, asesor económico del Presidente López Obrador durante el último lustro e inicialmente como subsecretario de Hacienda —habría sido el relevo natural del primer titular caído, Carlos Urzúa—, rechazó a través de redes la pretensión del mandatario para que 12 mil millones de dólares que el Fondo Monetario Internacional (FMI) entregará a México vía Derechos Especiales de Giro (DEG) —créditos “baratos” para socios del neoliberal club—, no engorden las abultadas reservas internacionales del Banco de México.

AMLO desea que mejor se pague deuda y ahorrar en intereses. Esquivel explicó que eso no es factible porque la bolsa es dinero que el FMI reparte para apuntalar la liquidez mundial y paliar los efectos de la depresión global por la pandemia de Covid-19.

La precisión del banquero central implicó una negativa a la idea eje del Presidente; no tomar prestado, no heredar pasivos. Eso le valió que AMLO lo etiquetara de “ultratecnócrata” y “cuadrado”.

Tuvo que ser otro tecnócrata menospreciado en Palacio Nacional, el gobernador del mismo Banxico, Alejandro Díaz de León —repudiado para continuar en el cargo y a quien Arturo Herrera sucederá en 2022—, quien paliara el malestar presidencial.

Primero; los 12 mil millones de dólares del FMI no son una donación. Son activos que computan como reservas internacionales. O sea que Gerardo Esquivel tiene razón. Pero, para destensar el ambiente entre tecnócratas y transformadores-liberales-progresistas, cosa poco probable, el economista abrió una rendija; “si el gobierno compra fondos al banco central puede, a través de la SHCP, amortizar pasivos”.

O sea, sacar dinero del bolsillo derecho para meterlo en el izquierdo y adelantar pagos. Desapegado a cualquier tecnicismo y más a los financieros, AMLO agradeció la apertura del economista a despecho de la rigidez del “ultratecnócrata”. ¿Entendimos?

No, pero eso importa poco en una narrativa retórica, no de hechos. Así, desde Palacio se anotan punto a favor. Y el Banco de México continúa trabajando. Díaz de León se va, Esquivel se queda y Herrera llega. Concordia para la estabilidad.

Semana de ultra reproches presidenciales. El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), luego de su cisma, resolvió asuntos de su competencia.

Para Campeche validó la queja de Movimiento Ciudadano (MC) que argumentó como necesario el recuento de votos —en 13 de los 21 municipios— al existir más sufragios anulados que la diferencia entre la vencedora —Layda Sansores— y el segundo lugar —Eliseo Fernández—.

La Sala Superior del TEPJF ratificó también la acusación del INE contra el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) por acciones sistemáticas y violatorias de la Ley al promover, a través de los llamados influencers en redes sociales, a su partido y candidatos en plena veda electoral.

El tribunal sentenció al PVEM a pagar una multa de 40 millones de pesos y a la pérdida de tiempo aire en radio y televisión por un año. Hay quienes, por reincidencia, solicitaban la cancelación definitiva del registro como partido a los del tucán. Dos resoluciones que desahogan recursos jurídicos en la arena electoral.

Para el Presidente López Obrador el recuento de votos en la elección que ganó su candidata, Layda Sansores, fue una determinación, por lo menos sospechosa. “Ahora resulta que —los magistrados del TEPJF— son ‘ultrademócratas´, ahora quieren contar voto por voto y casilla por casilla”, ironizó el mandatario.

Mezcló TEPJF con INE —abundan registros informativos sobre confrontación institucional— y afirmó que ambos entes dan bandazos; cuando les conviene son técnicos, pero a la hora de la democracia —la que entiende como legítima— no y como muestra apuntó al cabildeo contra el periodo extraordinario del Congreso para legislar su revocación de mandato.

¿Entendimos? No, pero tampoco importa. La épica transformadora demanda la construcción continua de villanos, resistencias al cambio unívoco que sólo y sólo una fracción —la suya—, comprende interpreta y encabeza.

El desprecio presidencial al rigor fáctico es consciente de que una odisea, para ser, debe sacrificar a personajes, instituciones, a la ciencia de ser necesario para dar cuerpo a su misión imperecedera.

La cotidianidad de la salud, violencia, democracia, educación, economía y cohesión nacional, son órbitas mundanas para quien está convencido de su rol y trascendencia. Desabasto, desempleo, inseguridad son penurias personales que no inciden en la marcha de lo histórico. Punto.

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