El colapso de Afganistán y los derechos

EL ESPEJO

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

Ha pasado una semana desde que el gobierno de Afganistán colapsó, el presidente escapó y el Talibán ha tomado el control de las calles de Kabul después de la retirada de tropas estadounidenses, desatando un frenesí de personas tratando de escapar del país a través del único aeropuerto en funciones y poniendo en jaque la vida de millones de afganos, que han visto pasar 20 años de guerra para terminar en el mismo punto en el que comenzaron.

Comienza una era de incertidumbre en la que las pocas libertades ganadas, en especial para las mujeres afganas, se esfumaron en unos cuantos días.

La vida de alrededor de 19 millones de mujeres afganas ha quedado a la deriva con la llegada al poder de los talibanes y su sistema legal basado en la aplicación radical de la sharía, la ley islámica que se impone en todos los aspectos de la vida de los musulmanes. En la primera conferencia de prensa que ofrecieron los talibanes después de tomar el poder en Kabul, señalaron que los derechos de las mujeres serían respetados, pero que estos derechos se contemplarían “dentro del marco de la ley islámica”. Para las mujeres que ya han visto cómo los talibanes aplicaron la sharía en el pasado, mientras dominaron Afganistán entre 1996 y el 2001, esto es muy preocupante, pues no eran ajenas las lapidaciones por adulterio, los castigos corporales, las prohibiciones de salir de casa sin un guardián hombre, así como la imposibilidad de trabajar, viajar, estudiar o hasta de poseer dinero.

Vale la pena señalar que al hablar de la aplicación de la sharía, no estamos ante un mismo grupo de leyes uniformes que se apliquen por igual en cualquier parte del mundo, pues si bien parten de los contenidos del Corán y las enseñanzas del profeta Mahoma, las fatuas (que son las declaraciones de los académicos religiosos) y las interpretaciones cambian de lugar en lugar, por lo que hay diferentes versiones de la sharía, en las que, por ejemplo, las medidas de modestia en la vestimenta o el rol de las mujeres tiene diferentes variantes en tiempo y lugar. Sin embargo, las acciones de los talibanes han dejado claro que su interpretación radical no ha desaparecido, pues en las zonas que controlan han regresado muchas de sus antiguas costumbres.

Por ello, la primera y más dramática señal del cambio sufrido en Afganistán ha sido la expulsión de las mujeres de los espacios públicos y privados. Miles de mujeres se han quedado sin trabajo y sin posibilidades de ir a la escuela, teniendo que esconderse en sus casas, adquirir burkas para cubrirse de pies a cabeza y eliminar cualquier vestigio de su pasado ejerciendo sus libertades. Para todas las mujeres que no cuentan con los recursos para poder escapar de su país, se avecina una regresión en la cual la responsabilidad de Estados Unidos será innegable. La marca del fracaso estadounidense no sólo redefinirá la geopolítica asiática al quedar patente su imposibilidad de imponerse en la región, sino que llevará a un retroceso y una derrota en el intento de defender la existencia de derechos humanos universales. El autoritarismo sonríe.

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