Mi estatus emocional en Facebook

LA UTORA

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

La Utora, que durante los años setenta iba por la vida presumiendo dos coletas peinadas con limón y con encarnizado esfuerzo maternal, se fascinaba de ir al supermercado. In situ, en el pasillo de los cereales elegía para llevar entre una caja de Zucaritas o una de Corn Pops. Hasta ahí la disyuntiva. Hoy, La Utora sufre un pasmo ontológico en el súper, ante el superpasillo de los supercereales: hay light, con miel, extraproteína, sin gluten, con harta fibra, tamaño jumbo, presentación mini, en barrita. Tanta alternativa conduce a la turulatez.

Estoy radiantemente divorciada desde hace veinte años y celebro ejercer como me apetece la vida amorosa esquivando el matrimonio, pero reconozco que manejar tantas opciones es retador. Para recordarlo está el estatus de Facebook. Ofrece estas casillas: Soltero(a), En una relación, Comprometido(a), Casado(a), En una unión civil, En una pareja de hecho, En una relación abierta, Es complicado, Separado(a), Divorciado(a), Viudo(a). ¿Estar “en una pareja de hecho” significa que por derecho y con provecho se dan libertades, aunque no se presenten a las familias? ¿“En una unión civil” es igual a “en una relación”, más departamento y perro? Las once posibilidades quedan cortas: ¿dónde nos ubicamos quienes hemos tenido relaciones intensas con un vibrador? ¿Quienes sin vínculo afectivo practicamos sexo frecuente? ¿Los poliamorosos? Pensándolo bien, con las posibilidades existentes basta y sobra.

Si mi mamá hubiera tenido Facebook, su estatus hubiera sido orgullo de estabilidad: a los veinte años pasó de soltera a comprometida, fue esposa treinta y tres, viuda treinta y seis. En cambio, mi estatus ha sufrido más acomodos que la Falla de San Andrés. He sido soltera, he estado comprometida, casada, separada, divorciada, he mantenido una relación, y noviazgos abiertos; sólo me falta enviudar. Hoy exploro una historia contracultural que me enorgulla. Supongo que califica bajo “es complicado”, pero coincido con la frase que atribuyen a María Zambrano: “Prefiero una libertad peligrosa que una servidumbre tranquila”. Lo cierto es que aún conservo una virginidad: no he cambiado el apartado de Facebook que me define “soltera”. Quizá sea recato u orgullo, pero no me apetece detallar al mundo los altibajos del corazón. Mi mamá podría sentirse orgullosa: conservo algo del pudor que me inculcó.

Nos encanta ventilar intimidades en las redes, especificar cuán felices somos, pero ¿y si el cuento de hadas estalla en pedazos (como es probable)? Por ejemplo, entre dos que se divorcian, ¿a qué hora se vale cambiar de “casado(a)” a “soltero(a)”? ¿Cuando uno se muda de casa? ¿Antes de firmar frente al juez? ¿Al minuto de salir? ¿En la borrachera subsiguiente?

Ojalá el dios Facebook nos diera un manual de conducta. Mientras tanto, como suelo enamorarme estúpidamente, “que es la única manera de amar” (decimos Guillermo Cabrera Infante y yo), sigo persuadida de conservar anónimo mi subibaja emocional. Prefiero cantar “se me olvidó que te olvidé” a solas con mi gente.

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