Afganistán: un futuro incierto

POLITICAL TRIAGE

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

Hace 20 años un par de aviones chocaron contra las Torres Gemelas en NY y cambiaron de golpe el rostro del mundo y la vida de millones de personas. Aquel atentado dio inicio a una de las operaciones militares internacionales más grandes y complejas. Desató la ira de EU y los arrastró a la guerra más larga de su historia. Hoy, la retirada de Afganistán cierra este ciclo con un sabor a derrota.

Este caso dará para estudios sobre la estrategia elegida y mantenida por tantos años. También habrá que evaluar si el dolor de los miles de muertos en aquel atentado, inédito en tierras estadounidenses, cegó a los mandos militares con el ánimo de la venganza. También nos hará cuestionarnos si las pretensiones occidentales de “exportar” la democracia son válidas y eficientes. Será un tema que tendremos que pensar con calma, desde la perspectiva histórica que dan los años.

Me parece que EU pudo ganar la guerra en los primeros años. Al momento de derrotar a los talibanes, ellos en franca retirada y con la moral baja, el pueblo afgano estaba de su lado. Ese momento era propicio para negociar un tratado de paz en mejores condiciones que las que tuvo más de una década después. Sin embargo, el dolor y la ira por la herida sufrida eran tal que eso no parecía suficiente. EU se embarcó en el alargue de una guerra sin un fin previsible.

Con el paso del tiempo, los talibanes se reagruparon y se alimentaron del rencor que la invasión provocaba en la población civil. Se reiniciaron los ataques terroristas contra el ejército y la población civil. El Ejército estadounidense no entendió que las mismas familias afganas estaban divididas y sus ataques empezaron a ser poco certeros, matando civiles en “errores de cálculo” que alienaron al pueblo contra ellos.

El pueblo afgano terminó entre la espada y la pared atrapado en un conflicto sin término. Cada vez se veía más lejos una resolución satisfactoria y definitiva. Toda una generación creció afectada por estas condiciones: unos añorando una occidentalización forzada y otros sufriendo los continuos bombardeos. El reclutamiento de los grupos extremistas se fue al alza.

Al final, una retirada con sabor a derrota. Un régimen que retoma, envalentonado el poder. Sin miedo ya al ejército poderoso que no lo pudo vencer. Imponiendo condiciones, burlándose de los muertos.

¿Qué futuro depara a la población afgana? Una generación llena de esperanzas vanas. Un pueblo atrapado que sigue sin ver la luz en su futuro. Queda por delante entender que los pueblos divididos no encuentran la paz. Que la democracia puede impulsarse, mas no imponerse, y menos desde la violencia que genera miedo, mentiras y corrupción. Que la venganza nunca es buena consejera.

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