“El que decide dedicar su vida a la política sabe que ganar dinero no es la prioridad”
Angela Merkel
Hace unos días, Angela Merkel dejó de ser la canciller de Alemania. Desde 2005 había llevado las riendas de su país y, por qué no decirlo, de buena parte de las decisiones importantes de la Unión Europea.
Su buen mando hará falta pues, por desgracia, a nuestros tiempos le faltan líderes y le sobran carroñeros del poder. En cualquiera de los continentes es posible encontrar a figuras encumbradas que desde la cima gestionan políticas delirantes, abusivas y torpes. La huella que deja Angela es otra.
La gestión de Merkel estuvo marcada por la consistencia y ése es —en mi opinión— el principal de sus legados: saber gobernar con principios democráticos sobre los intereses de los grupos de poder. Para lograrlo, Merkel utilizó el arte retórica, de convencimiento, para tender puentes y crear alianzas. Merkel hizo del lenguaje y la capacidad de razonamiento su principal arma política: “Todo se reduce a la capacidad de convencer a otros. Constantemente tengo que convencer a los ciudadanos, a mi partido y a los miembros de mi coalición”, dijo en varias ocasiones.
Merkel podía utilizar a su palabra como moneda de cambio, pues jamás aceptó billetes por alianzas, ni reformas a cambio de favores. Angela Merkel pudo y supo resistir a los demonios de la corrupción que se presentan de mil modos y que tienen mil caras.
Me gusta pensar que su vocación científica también la preparó para resistir estos embates. No quiero decir que los académicos seamos incorruptibles, pues sería conceder un sospechoso halo de pureza profesional. Sin embargo, el horizonte de la educación científica no es ganar dinero o convertirse en millonario; lo que buscamos los profesionales de las distintas disciplinas es lograr una aportación que sea significativa, útil y provechosa para el avance del conocimiento. Si, además, la fortuna nos favorece y dicha aportación contribuye directamente a solucionar alguno de los problemas de nuestros tiempos pues… ¡pensamos que nos sacamos la lotería!
Este desapego por el lujo, la fama y la riqueza facilitaron que la canciller respondiera a los vértigos del poder, algo parecido a lo escrito por el poeta mexicano, Salvador Díaz Mirón: “No intentes convencerme de torpeza con los delirios de tu mente loca: mi razón es al par luz y firmeza, firmeza y luz como el cristal de roca”.
Así como Merkel no tuvo miedo a enfrentar los retos y las pesadumbres de la vida de los científicos, tampoco lo tuvo para gobernar; en los dos ámbitos, confió en el razonamiento como llave para abrir nuevas posibilidades; en ese sentido, la canciller insistió en que: “Un buen político siempre tiene dudas y, por tanto, revisa permanentemente sus respuestas”. Lo mismo que una buena científica.
Y, aunque distintas, en el caso de Angela Merkel la combinación de las virtudes científicas con las políticas hizo de su gestión un bastión de los valores democráticos.
¡Gracias por tanto, Angela!