Integración sin ciudadanía

DISTOPÍA CRIOLLA

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. La Razón de México

Ha concluido la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, Celac1. Andrés Manuel López Obrador destacó allí la necesidad de construir en la región algo parecido a la antigua Comunidad Económica Europea, que incluya a Estados Unidos y Canadá, para fortalecer el mercado continental frente a Europa y Asia. Señaló la necesidad de asumir la autodeterminación de los pueblos, la cooperación para el desarrollo y el combate a la desigualdad y la discriminación. Objetivos nobles, que obligan a revisar la historia.

La Comunidad Europea surgió en la segunda posguerra mundial. Con el concurso de Estados y empresas, fijó objetivos de complementariedad económica y tecnológica. Juntó, efectivamente, a naciones enfrentadas por siglos de guerras fratricidas. No descansó en declaraciones románticas o retóricas victimistas. Impulsada por liderazgos democratacristianos, socialistas y liberales, la integración europea no fue sorda a criterios políticos. Las dictaduras de Europa Occidental —Grecia, España y Portugal— sólo entraron en la Comunidad cuando se democratizaron, entre 1981 y 1986. La Unión Europea amplió luego criterios e instituciones, ampliando los derechos de su ciudadanía.

Lo que se quiere reeditar desde la Celac, según las palabras de sus promotores, parece algo distinto. Se trata de una articulación productiva y científica, capaz de competir en el mundo actual, para reaccionar a crisis financieras y pandémicas. Lo cual es sin dudas positivo, si se lograsen metas claras para una región diversa, asimétrica y fragmentada en sus flujos humanos y comerciales. Pero hay grandes diferencias con el proyecto europeo.

López Obrador apostó por sustituir “la política de bloqueos y de malos tratos” para “asociarnos por el bien de América sin vulnerar nuestras soberanías”. Las alusiones sólo tienen hoy sentido en los casos de Cuba, Nicaragua y Venezuela, tres regímenes autoritarios objetos de sanciones. Sanciones diferentes entre sí y distintas a la idea de bloqueo. El exhorto de eliminar algunas de estas medidas —aquellas de injusto impacto humano— podría ir acompañado de otra postura: un manifiesto respaldo a la democracia pluralista y los derechos humanos, en sociedades abiertas y multiculturales. No son excluyentes pedir el fin de embargos y exigir el cese de dictaduras.

Pero en el discurso soberanista latinoamericano, la retórica gobiernista prima sobre los derechos ciudadanos2. Tan es así que la Carta Interamericana de la OEA ha devenido letra muerta a veinte años de su adopción. Que no se trata de izquierdas asediadas vs derechas imperiales lo revela la postura del gobierno salvadoreño. En el propio cónclave, así como en declaraciones del presidente Bukele, afloraron llamados a “defender la soberanía frente al injerencismo”. Una respuesta a las críticas por su ofensiva sobre la justicia, la sociedad civil y los medios, así como al proyecto de cambio constitucional impulsado por San Salvador. Los extremos, ya sabemos, convergen.

Ante casos similares —Hungría, Polonia— la Unión Europea ha puesto un alto a sus populistas, usando mecanismos legales, diplomáticos y políticos para frenar la deriva autoritaria. Defiende con variable resultado— a los ciudadanos de esos países, frente a sus gobiernos, algo impensable desde una lógica como la proyectada en la cumbre en México. Como lo reveló Nicolás Maduro al insistir que, si bien“ algunos de ustedes sueñan con la UE”, también había “buenas experiencias en la Unión Africana”. A confesión de parte…

El fenómeno iliberal3 rechaza el multilateralismo en favor del Estado-nación. Defiende un modelo de líder y pueblo, sin instituciones intermediarias. Promueve el proteccionismo, aunque implementa reformas neoliberales. Privilegia una definición esencialista de la nación. Ese sustrato —de izquierda o derecha— prima hoy en Latinoamérica. Dentro de una concepción estatista y mercantilista, que desatiende —fronteras adentro y afuera— el valor intrínseco de defender una democracia de ciudadanas y ciudadanos.

1 https://www.jornada.com.mx/notas/2021/09/18/politica/declaracion-final-de-la-sexta-cumbre-de-la-celac/

2 Carlos Malamud, El sueño de Bolívar y la manipulación bolivariana. Integración regional y manipulación de la historia en América Latina, Alianza Editorial, Madrid, 2021

3 Marlene Laruelle, Illiberalism: A Conceptual Introduction, Iliberalism Studies Program, George Washington University, Abril 2021

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