Hay elecciones en Alemania este domingo 26 de septiembre. Por primera vez en 15 años, Angela Merkel ya no estará en las boletas. Con 67 años, el fin de su carrera política es en buena parte obra de los verdes. En efecto, los ecologistas la derrotaron en 2018 y aceleraron su jubilación. Luego de los quebrantos electorales en Baviera y Hesse de ese año, Merkel anunció que dejaría inmediatamente de dirigir su partido y que pasaría la estafeta de canciller a otra persona en 2021. El plazo se cumple este fin de semana.
Las recientes inundaciones catastróficas en el oeste de Alemania le mostraron a ella misma que las decisiones que tomó en materia ambiental fueron de sus peores legados. Y ello a pesar de la valiente decisión de abandonar la energía nuclear. O quizá, como veremos, por culpa de ella.
Conmovida por el accidente de Fukushima, en Japón, la canciller decidió en 2011 desprenderse en una década de la energía nuclear. Alemania tenía en ese entonces 17 centrales nucleares en funcionamiento. En 2021 ya sólo quedan seis que serán desconectadas el próximo año.
Pero como las energías renovables apenas producen un tercio de la electricidad en Alemania, y en lo inmediato no son suficientes para cubrir la demanda que deja la energía nuclear, ¿qué tipo de energía sustituye a ésta en Alemania? La respuesta es deprimente para el mundo entero: los combustibles fósiles.
La precipitación de Merkel, ante la tragedia ocurrida en Japón, constituyó una verdadera bofetada al planeta. El 44% de la electricidad en Alemania todavía proviene de combustibles fósiles, como el gas y, peor, el carbón mineral. Los cientos de víctimas de Chernobyl y de Fukushima palidecen ante los cientos de millones que se ven amenazados por la crisis ambiental. Cerrar las plantas nucleares era importante, pero no tan urgente como clausurar las termoeléctricas a carbón mineral.
Ahora bien, el partido verde alemán (B90/GRÜNE) tampoco pudo enfrentar de manera autocrítica esta situación. Habiendo luchado por décadas para salir de la energía nuclear, en épocas en las que la amenaza del cambio climático no parecía tan alarmante, los verdes no tuvieron más remedio que ser fieles a su historia y aprobar la decisión de Angela Merkel.
Y, sin embargo, era más racional lograr primero la descarbonización de la economía y pasar enseguida a la desnuclearización. Recordemos que los próximos diez años son claves para aplanar la curva del calentamiento global; el porvenir de la civilización humana, al menos como la conocemos, se juega en ello. Sin embargo, todo lo que lograron los alemanes fue votar una ley que ofrece abandonar el carbón mineral en 2038. Muy tarde. Y ni siquiera aplacaron la angustia de verse afectados por un accidente nuclear, pues sus vecinos, en Francia, no cerraron las centrales atómicas.
Por desgracia, los funcionarios mexicanos suelen recurrir a las comparaciones autoexculpatorias; Bartlett pone el pretexto de Alemania. Mal de muchos, consuelo de tontos.