El retiro de la delegación oficial venezolana de la mesa de diálogo, mediada por Noruega, que tiene lugar desde hace meses en México, muestra la fragilidad de esa concertación. Fragilidad de parte, sobre todo, del propio gobierno venezolano, ya que el grupo opositor que encabeza las negociaciones está más claramente comprometido con el diálogo. Ese grupo, rechazado por otros líderes opositores, que aborrecen cualquier entendimiento con el gobierno de Nicolás Maduro, tiene muy poco que perder y se aferra a la conversación.
El gobierno de Maduro ha hecho un uso preciso de la negociación. El diálogo con la oposición le sirve para suavizar sanciones de Estados Unidos y proyectar imagen de moderación en la Unión Europea o en América Latina, como pudo verse en la pasada cumbre de la Celac en la Ciudad de México. Para el gobierno de López Obrador y Morena, el diálogo es una carta que permite justificar el no aislamiento de Venezuela de la comunidad latinoamericana y caribeña.
Durante esta prolongada interlocución, cuyos resultados se pondrán a prueba en las próximas elecciones, Maduro no ha modulado su discurso diario de criminalización y estigmatización de la oposición, en bloque, y ha continuado tomando medidas represivas contra algunos de sus líderes. Esos movimientos agresivos buscan colocar la negociación en un límite y una precariedad permanentes, que hasta ahora no habían logrado el abandono de la mesa.
La retirada oficial toma como pretexto la previsible extradición de Alex Saab de Cabo Verde a Estados Unidos, ordenada hace meses. Saab es un empresario de origen colombiano que durante años ha operado negocios para el Estado venezolano y, lo mismo que otros colaboradores y exfuncionarios de los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, está siendo procesado por jueces de Estados Unidos. En tribunales de ese país se le han abierto cargos por lavado de dinero y otras actividades ilícitas.
Apenas hace un mes, Maduro intentó proteger a Saab de la extradición, nombrándolo miembro de la delegación que negocia en México. La decisión era, a todas luces, una jugada de presión simbólica, ya que Saab estaba detenido en Cabo Verde desde junio y no podía viajar a México. El inusitado nombramiento fue una señal más del débil compromiso del gobierno de Maduro con el diálogo, puesto que revelaba su instrumentación para lograr objetivos en la relación bilateral con Estados Unidos.
La fractura del diálogo, momentánea o permanente, confirma que para el gobierno de Nicolás Maduro dialogar con la oposición no es una prioridad porque, en el fondo, sigue considerando a esa oposición ilegítima y no cree, realmente, que haya nada que corregir en el sistema político y electoral venezolano. Como en Cuba o en Nicaragua, ese sistema es oficialmente considerado “perfecto”. El diálogo está subordinado a la tensión o distensión geopolítica con Estados Unidos. Si falla en ese objetivo, mejor deshacerlo.