Todo comenzó en 1871, con un fuego calcinante. Por tres días las llamas ardieron, más de 17,000 estructuras se quemaron, 100,000 residentes perdieron su hogar y unas 300 personas murieron. El gran incendio de Chicago terminó con la ciudad, pero dio origen a una nueva, más atrevida, más valiente y más bella. La tragedia desató una revolución arquitectónica.
Su diseñador, Daniel Burnham, dijo alguna vez: “no hagan planes pequeños, no tienen magia para conmover a los hombres, hagan grandes planes”. Y lo escucharon. Hoy Chicago es famosa por sus rascacielos, semillero de grandes edificios. Lous Sullivan fue el fundador de la arquitectura de la ciudad y transformador de los rascacielos con estructura de acero. Daniel Burnham planificó el urbanismo de la orilla del lago, Van der Rohe creó diseños sencillos y Jeanne Gang levantó modernas estructuras.
Hoy, el resultado es una urbe alta con un potente perfil, que se observa desde las aguas heladas del lago Michigan. Y a esa ciudad llegó, entre muchos otros, un mexicano, también arquitecto y también destacado.
A Francisco González Pulido lo conocí en su despacho, en una zona que solía ser industrial y que ahora está llena de estudios de artistas y diseñadores. Es un hombre alto que ronda los 50 años, vestido todo de negro, con chamarra y botas de piel. Su lugar de trabajo, con acabado industrial, fue perfecto para grabar la entrevista: piso de duela, muros de ladrillo, vigas gruesas en los umbrales, una profundidad perfecta para la cámara, y ductos de aire acondicionado y tuberías al descubierto. Todo inundado en planos y maquetas, una junto a la otra, acomodadas como una ciudad perfecta en miniatura.
Él es, quizá, el arquitecto mexicano más conocido en el mundo, pero más desconocido en México. Salvo ahora, tal vez, que está involucrado en el dibujo del aeropuerto de Santa Lucía en la Ciudad de México, e inevitablemente está en medio de la polémica por esto. Él ha dado declaraciones al respecto y ha sido claro en que sólo hizo el plano inicial, mas no está involucrado en el resto del proceso para terminar la obra. Me habló sobre esto, pero por ahora evito la controversia. Me interesa más hablar sobre este arquitecto, que ha llevado a México y a Chicago por el mundo.
González Pulido llegó a esta ciudad con un objetivo claro: trabajar para el prestigioso arquitecto alemán Helmut Jahn. En 1999 fue a pedir trabajo y en 2009 se hizo socio. Hoy tiene su propia firma, FGP Atelier. Se ha especializado en obras de gran magnitud y aeropuertos. Sus edificios se ven en Shanghai, en Tokio, Bangkok, Doha, Oaxaca, Los Ángeles, Chicago, desde luego, Monterrey, Santander y Las Vegas. Por mencionar algunos.
“¿La gente se sorprende cuando ven un edificio tuyo y descubren que eres mexicano?”, le pregunto.
“Todo el tiempo”, responde.
Cuando Francisco llegó a Chicago, él era el único mexicano en la firma. “Yo hablaba, y la gente me volteaba a ver, sorprendida. No podían creer que tuviera este acento”, cuenta. “Todavía hoy, a muchos les cuesta entender que los latinoamericanos podemos llegar alto en algunas áreas, como la arquitectura”.
Francisco ha llegado alto en una ciudad de alturas. Me dio gusto conocerlo. En esta ciudad, presumida de su arquitectura, hay un mexicano destacado. Eso se siente bien.
Salimos de su estudio y nos dejamos llevar por los vientos intensos de aquella mañana, para perdernos en la riqueza arquitectónica de esos edificios junto al lago.