Desarrollo humano para la seguridad

CIVITAS

Salvador Guerrero Chiprés *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

La hiperespecialización académica y a veces operativa en materia de seguridad, en sus acepciones “nacional”, “internacional”, “pública” e “interior”, tanto en la literatura anglosajona como en su prácticamente mayoritaria asunción acrítica desde América Latina, orilla a ver el tema frecuentemente aislado de elementos sustantivos asociados a ella, incluso al grado de ser variables centrales de la misma.

En la sesión del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas de este martes, se puso el dedo en el renglón: desigualdad social, exclusión de género y migración, como tres aspectos que demandan la cooperación mundial y son centrales para la seguridad y para la “securitización” de las sociedades vulneradas y vulnerables.

En un mundo globalizado, las preocupaciones y las experiencias compartidas revelan la cotidianeidad y peligrosa normalización de los problemas, más allá de las fronteras de cada nación. También se naturalizan las ambiguas posiciones de los gobiernos, tensos y atrapados entre ser políticamente correctos en materia de derechos humanos y atender las presiones sobre las comunidades nacionales en lo económico, la seguridad y lo laboral.

Las diversas violencias de género, desde las más pequeñas manifestadas en conductas aparentemente románticas como la celotipia, son una de las limitantes al desarrollo igualitario de las mujeres, y que pueden afectar aspectos que tendían a ser localizados lejos de la paz mundial.

Al subrayar el trabajo para el desarrollo humano, el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador —quien también presidió la sesión de la ONU en Nueva York—, se acercó a las posiciones escandinavas —especialmente danesa—, que han probado resultados en materia de seguridad, como producto del desarrollo humano.

Las acciones para fomentar seguridad, como la gran mayoría de las implementadas globalmente, son hasta ahora coercitivas, limitantes del paso de las caravanas, pero carentes de integralidad.

“La solución de fondo es acabar con el desempleo, favorecer incorporaciones de jóvenes al trabajo y estudio, evitar la desintegración familiar, la pérdida de valores”, propuso el Presidente mexicano.

Fomentar la equidad, igualdad, inclusión y tolerancia significa contribuir en la construcción de los procesos de pacificación. Trabajar para que las niñas, niños y adolescentes tengan espacios para un adecuado desarrollo implica, a su vez, cerrar el camino para el semillero de bandas delictivas.

En la Ciudad de México, con el impulso de la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, se implementa una política integral para enfrentar la inseguridad, cuyos resultados ya son evidentes en una reducción significativa y sistemática de los índices delictivos y una mejoría en la percepción ciudadana.

La seguridad, y su antítesis, la inseguridad, tienen muchos rostros. Extender la mirada a todos ellos es contribuir a un mundo que camine hacia la paz.

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