Los libros que llegan a nosotros por azar adquieren un valor especial, animado, como cuando nos agasaja una visita sorpresa (rara ocasión). A mi vida llegó recientemente A new path to the waterfall (traducido al español como Un nuevo sendero a la cascada), el último libro que escribió Raymond Carver antes de morir, de cáncer, a los cincuenta años de edad.z
Es un libro de poemas, género que Carver practicó siempre con seriedad y dedicación, igual que su fascinante narrativa breve. Curiosamente, o no, su libro llegó a mi vida cuando estoy investigando la obra poética de autores angloparlantes reconocidos por su prosa: Lewis Carroll, D. H. Lawrence, James Joyce. La obra poética de estos narradores no es un ejercicio colateral sino un camino en sí mismo, son poetas también, y muy buenos. Carver será el póker de esa tercia.
Un nuevo sendero a la cascada tiene el valor especial de ser un libro conscientemente último, una despedida. A los cuarenta años, Carver sobrevivió a un alcoholismo suicida y le fueron concedidos diez años más de sobriedad, gran productividad y amor en compañía de Tess Gallagher. Entonces vino el cáncer. En una página de su diario, Carver pide, ya en sus últimas semanas, un año más, pero esa gracia ya no le fue concedida. La cascada… vibra en la consciencia de la finitud, es un testimonio conmovedor de la primera a la última línea.
La poesía de Carver es coloquial y narrativa casi siempre, la expresión de un escritor que huyó del ornato y que tuvo como dios tutelar, sobre todo en los últimos años, a Chéjov. Pero sus poemas tienen siempre una ruptura, un enfoque, un tono que los salva de la anécdota para congelarlos en el tiempo bajo la luz del arte. El asombro, la infancia, el amor y la muerte son sus temas, además de revisitar, con característica crudeza, sus momentos más bajos durante sus años de consumo (un poema cuenta cómo se sube completamente borracho a un avión, con su pareja de ese entonces, y ella lo comienza a golpear en la cara hasta hacerlo sangrar, pero él sólo se preocupa por proteger su vaso de whisky). Carver escribe al borde del abismo, con pulso firme y gratitud: conforme los poemas son escritos, Tess Gallagher edita y arma el libro: van contra el reloj, van contra la muerte.
Un poema está armado con puras notas, citas e ideas. Una de ellas dice: “Hemos sufrido daños, pero aún podemos maniobrar”, frase del Dr. Spock al Capitán Kirk del programa Star Trek. Uno entiende por qué esa cita llamó la atención de Carver, sobreviviente maniobrando en lugares insospechados y convirtiendo aquello que tocaba en poema. Agradecemos su mirada hiperlúcida, empática, voraz, su talento para convertir la urgencia en serenidad. Agradecemos sus hermosas citas de Chéjov y Czeslaw Milosz. Agradecemos que nos confiese que esos últimos años de su vida han sido “puro gravy” (la salsa espesa). Uno de los últimos poemas habla de un lugar vacío en la mesa: es el suyo, sabe que es hora de irse. “Déjame ir”, dice tres veces en el texto. Déjame ir. Déjame ir.