Elon Musk y Vladimir Lenin

ANTROPOCENO

Bernardo Bolaños *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

La revista Time nombró al fundador de Tesla como hombre del año. No se hicieron esperar las reacciones de liberales, por un lado, y anticapitalistas, por el otro; de creyentes en el progreso tecnológico y, en el otro extremo, de partidarios de teorías de la conspiración. Los primeros recuerdan con admiración la trayectoria de Elon Musk: pasó de promover aplicaciones geniales de la economía digital, como Paypal, a invertir en la transición energética masiva hacia la energía solar. De Silicon Valley a Space X, su empresa aeroespacial. Una mezcla de Edison con Ford, pero del siglo XXI.

Los segundos, la izquierda llena de desconfianza heredada de la Guerra Fría, no creen que Musk sea un simple emprendedor sino que es un “ingeniero social” que aplica políticas de seguridad nacional de Estados Unidos disfrazadas de negocios. Según ellos, Space X sería un órgano militar americano encubierto. Estos intérpretes también sospechan que Elon Musk tuvo algo que ver con la caída de Evo Morales en Bolivia, pues el litio es necesario para las baterías de los autos eléctricos. Y citan un tuit de Musk con motivo del golpe: “Golpearemos (o tiraremos, pues el verbo usado en inglés es to coup) a quien queramos”. Enardecidos por estos indicios, algunos izquierdistas cometen el tremendo error de creer que el cambio climático no existe, que es un pretexto del imperialismo. Un mito que serviría para vendernos autos eléctricos caros.

No hay duda de la existencia de una cosa llamada imperialismo. Cualquiera que quiera introducirse al tema puede comenzar por ver la película Duna, basada en la novela de Frank Herbert. La competencia entre grandes potencias por los recursos naturales raros y preciosos suele llevar a oprimir a los países donde se encuentran esos elementos. Uno de los más grandes teóricos acerca del imperialismo fue Vladimir Lenin. Pero, a diferencia de muchos conspiranoicos de izquierda, Lenin tenía respeto por la evidencia. Creía que cuando los hechos cambian, nuestras ideas deben cambiar. Escribió en sus Cuadernos filosóficos: “El conocimiento es la aproximación eterna, infinita, del pensamiento al objeto”, lo que supone que debemos estar dispuestos a actualizar nuestras ideas. Nuestras opiniones personales se deben fusionar con las nuevas pruebas objetivas que recibimos. En la misma obra, Lenin escribe: “De la idea subjetiva el hombre avanza hacia la verdad objetiva por medio de la práctica y la técnica”.

Si estuviera vivo, el revolucionario ruso no cerraría los ojos ante la abrumadora evidencia de la crisis ambiental. Pero muchos militantes de izquierda actuales no están dispuestos a actualizar sus opiniones. Obvio, el objetivo de luchar contra la explotación no debe cambiar. Pero estamos en el siglo XXI y aumenta la temperatura del planeta. El cambio climático nos amenaza y, parafraseando a Lenin (quien dijo que socialismo es “soviets más electrificación”), la esperanza consiste en democracia más descarbonización.

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