Desigualdad e ideología

FRENTE AL VÉRTIGO

Pedro Sánchez Rodríguez *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Esta columna es la primera Frente al Vértigo de este 2022. No quisiera iniciarla sin antes agradecer al equipo editorial de La Razón y al Dr. Horacio Vives por todo su apoyo y, sobre todo, a todas las personas que nos han acompañado en este espacio que, desde hace más de seis años, ha tenido la aspiración de reflexionar sobre nuestro presente desde la Ciencia Política, el Derecho y la Literatura.

Después de la Segunda Guerra Mundial y los horrores que vivieron millones de personas, el filósofo alemán Theodor Adorno decía que no se podía escribir poesía después de Auschwitz. En un contexto de absoluta desesperanza, la reflexión en los años siguientes estuvo enfocada en que el conocimiento, la ciencia y la cultura, nuestras principales herramientas para el progreso, tuvieron, como conclusión trágica, su instrumentalización para someter a otros y aniquilarlos.

Esa conclusión nos ha llevado, durante más de setenta años, a pensar en nuevas formas de comprendernos, entender el curso de la historia y nuestros fines. Una de las respuestas más potentes provino del liberalismo y sus posteriores críticas igualitarias, comunitarias, feministas y muchas otras, que han forjado el pensamiento occidental que hoy pulula en nuestro discurso diario.

La apuesta en las últimas décadas ha sido la construcción de un marco que incentive el desarrollo de los individuos libres y el reconocimiento de sus derechos frente a los gobiernos y las masas. Sus efectos han sido distintos a lo largo y ancho del globo. En pocos lugares el desarrollo de los individuos ha producido una riqueza inusitada en la historia de la humanidad y, a su vez, en muchos sitios lo que se ha revelado son desigualdades entre los individuos y su acceso a los derechos consagrados en las Constituciones, Convenciones y Cartas.

La defensa del modelo tiene que ver con la oportunidad que tienen los individuos a una vida más digna, pero dicha esperanza lo que ha producido es el retorno a los liderazgos fuertes y gobiernos más intervencionistas y/o populistas, que han advertido la división socioeconómica entre élites y masas. Sin duda los gobiernos tienen un rol central en mejorar el bienestar impulsando el desarrollo, igualando oportunidades de obtener ingresos y protegiendo a aquellos cuyos ingresos son insuficientes (Przeworski, 2010), pero eso no se logra sin la modificación de las instituciones que motivan esas desigualdades.

Leo con preocupación opiniones que comparan la coyuntura nacional con los totalitarismos y autoritarismos más rancios de la historia. No comparto esa opinión. El principio básico en democracia significa que las modificaciones institucionales deben hacerse por mayoría. La ley, dice Przeworski, no es independiente de la voluntad de la mayoría en un marco institucional. La confrontación entre el imperio de la ley y el gobierno de la mayoría es una batalla ideológica, pero la desigualdad que ha generado el individualismo exacerbado es real.

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