Aprobación, programas sociales y votos

DE LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD

Rafael Solano&nbsp;<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Rafael Solano *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Como lo muestra el análisis de Alejandro Moreno, López Obrador se encuentra con una aprobación presidencial considerada como normal, con un promedio de 61 por ciento para su tercer año de gobierno, en lo que se considera como un caso de luna de miel, donde la trayectoria del presidente actual se estabilizaría, con un apoyo mayoritario, similar a lo que ocurrió en el sexenio foxista.

Grupo de Economistas Asociados (GEA) analiza la solidez de la aprobación, los que aprueban al presidente de manera incondicional han caído a 13 por ciento, mientras que la aprobación condicionada se ha elevado a 41 por ciento. Esto es un signo de que los representados esperan más de la gestión.

López Obrador llegó con una aprobación apabullante en sus primeros meses, registrando números superiores al 80 por ciento, pero poco a los temas de su administración se han reducido a la mañanera, los programas sociales y sus tres obras (aeropuerto, refinería y tren maya), hoy es un mandatario más, encerrado en temas preestablecidos que se agotan en las redes sociales todos los días. Pese a lo que algunos analistas especularon, su aprobación no se fue en picada como la de Peña Nieto, aunque la mayoría de la población considera que el país no va por el rumbo correcto (GEA) y parece que aun va a mantenerse con una aprobación en los rangos de otros presidentes.

En los primeros dos años del presidente hubo incluso intentos de alguna modificación legal engañosa para ampliar mandatos, pero poco a poco ese foco se ha ido apagando. También su base también se ha venido desgastando; el botón de muestra es la democracia plebiscitaria organizada desde palacio.

En la primera consulta para el aeropuerto organizada por Morena, el gobierno movilizó a 1 millón de votantes de su base a sus urnas; en la segunda, para ex presidentes, organizada por el INE, obtuvieron 2 millones de firmas en papel, mientras 93 por ciento de electores rechazaron la cita con las urnas, en un ejercicio que será recordado por las casillas vacías. Lo siguiente es la “ratificación del presidente”, que contó con 1 millón de firmas por aplicación de acuerdo al INE (por más formatos en papel que le metan), es decir, para la gente, no es prioritario y el gobierno viene perdiendo tracción electoral.

Lo anterior es una muestra de que la estrategia de programas sociales y votos también se va desgastando y que el beneficiario de ellos no se mantiene como un voto cautivo. De los 25 millones de hogares (aproximadamente 60 millones de electores) que el gobierno informó que contarían con programas sociales en 2021, un tercio refrendaron su voto hacia la coalición oficialista en la elección intermedia. En la consulta a ex presidentes, el resultado es el equivalente a un impacto de 1 de cada 10 beneficiarios de un apoyo social y en la ratificación pretendida por el presidente, las firmas por aplicación ya cuentan la misma historia.

Para la narrativa de los oficialistas, el impacto de los programas sociales se vislumbra en la aprobación presidencial como un elemento fundamental, pero han caído en su propio juego al pensar que los programas sociales se transfieren en directo a la aprobación y por consiguiente a los votos, esto no está funcionando así, mientras el gobierno se vuelve cada vez más monótono en su comunicación, con pocos resultados y más conflictos visibles entre sus filas.

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Guillermo Hurtado