Rusia ha sido un jugador de la geopolítica con mucha mayor capacidad e importancia de la que debería tener dado el tamaño de su economía, su gasto militar o la incapacidad gubernamental producto de décadas de simulación y corrupción. Sin embargo, la apuesta por sectores y acciones estratégicas de gran impacto, así como su capacidad para ignorar a conveniencia las reglas de la comunidad internacional, le ha permitido en más de una ocasión convertirse en una amenaza seria para la comunidad internacional.
La amenaza que se vive actualmente en Ucrania, un país atrapado entre su pasado soviético y su vecindad con la Unión Europea, no podría comprenderse sin el proceso gradual en el que Rusia ha empujado los límites de lo que otros países le han permitido hacer. Si hoy existe el nerviosismo sobre lo que significa la movilización de alrededor 100 mil soldados rusos a la frontera con Ucrania, es porque parece una reedición del conflicto de 2014. Bajo el pretexto de proteger a ciudadanos ucranianos de origen ruso en la región de la península de Crimea y Sebastopol, en ese entonces Rusia lanzó una operación relámpago que en menos de un mes terminó con la anexión de estas regiones a la Federación Rusa. El resto de los países quedó pasmado ante esta clara violación al derecho internacional y, más allá de los enérgicos mensajes de condena, sanciones y movilizaciones estratégicas de personal militar para tratar de disuadir un avance adicional de las fuerzas rusas, permitió que el gobierno de Vladimir Putin se saliera con la suya, pues se resistieron a intervenir y desatar un conflicto de mayores proporciones.
La apuesta de los países de la OTAN fue ayudar a que Ucrania pudiera mejorar sus capacidades bélicas y esperar por lo mejor en un conflicto que no tardaría en volver a presentarse. Ocho años después, esa fecha parece haber llegado y, a pesar de que las fuerzas ucranianas hoy son abismalmente superiores a como eran antes, es claro que Rusia continuará empujando las reglas a su favor y, si la participación del resto de las naciones continúa siendo tan recatada, sin duda veremos una reedición de ese conflicto.
Y aquí es donde entra en acción otra interesante veta de las capacidades rusas en sectores específicos. En las últimas noticias de este conflicto, el gobierno ucraniano ha sufrido un hackeo masivo de los sitios oficiales de diversas dependencias que puede ser el comienzo de las provocaciones que, en caso de ser exitosas, pueden ser aprovechadas por los rusos para tratar de justificar una respuesta militar. Durante los últimos años, el gobierno ruso ha auspiciado el desarrollo de una capacidad digital de intervención global que lo mismo puede hackear sin problemas a los demócratas estadounidenses, que coordinar grandes redes de desinformación y manipulación (muchas fake news que han polarizado a múltiples sociedades del mundo han sido originadas y coordinadas desde territorio ruso). Con esto, Rusia puede amenazar a cualquiera que intervenga en el conflicto, lo que dejaría nuevamente a los ucranianos solos ante, ahí sí, un gigante en comparación con ellos. No se avecina nada bueno en esa región.