Atasco en el crecimiento

BRÚJULA ECONÓMICA

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Cifras estimadas sobre el crecimiento de la economía al final del año pasado ensombrecen el diagnóstico de la recuperación económica en marcha. Ya habíamos comentado en este espacio que por efectos de la pandemia la reactivación de la producción nacional había mostrado una pausa en el tercer trimestre del 2021 al contraerse el PIB a una tasa de -0.43% respecto al trimestre anterior. Suponíamos que con la reactivación de algunas actividades ligadas a los servicios y la expansión de la economía de Estados Unidos la economía mexicana retomaría la senda de crecimiento.

No obstante, si atendemos al reciente Indicador Oportuno de la Actividad Económica (IOAE) publicado por el Inegi, que estima el desempeño de la producción nacional durante noviembre y diciembre, tenemos malas noticias. Sin desestimar que se trata de estimaciones preliminares (el rango de las estimaciones del IOAE es bastante amplio), el PIB mexicano en el cuarto trimestre pudo haber caído de nueva cuenta a una tasa trimestral de -0.5%. En efecto, un nuevo retroceso en la producción que implicaría que durante todo el año 2021 la actividad económica habría presentado un crecimiento de 5.1%, por debajo de la estimación actual de los analistas de 5.4%.

Hay que hacer algunas consideraciones sobre los resultados del año pasado en materia de crecimiento económico. En primer lugar, por el hecho de lo que la dinámica productiva implica. Las cifras del IOAE, de ser atinadas, perfilan claramente una tendencia negativa de la producción durante los últimos seis meses (estaríamos en lo que los economistas denominamos una recesión técnica). En segundo término, de corroborarse un avance anual del PIB de sólo 5.1%, su nivel se habrá situado 3.7% por debajo del registrado durante 2019; es decir, antes de la crisis. Para tener una idea más precisa de lo que significa este rezago productivo hay que considerar que implica casi 700 mil puestos de trabajo formales menos respecto a los que se tendrían si se hubieran recuperado los niveles de producción previos a la pandemia.

Pareciera que la falta de un crecimiento alto y sostenido ya es un problema de décadas en nuestra economía que desafortunadamente se acentúa de forma dramática en la actual administración, producto de la crisis de salud, pero también por factores endógenos ligados al manejo de la política económica.

Si tomamos el promedio de los crecimientos anuales del PIB desde 1995 hasta el 2018 (cuando se registraron dos grandes recesiones y una desaceleración profunda) tenemos que la economía avanzó 2.4% por año, nada que ensalzar para las necesidades de nuestro país que requiere una tasa de al menos 4.5%. La situación es aún más dramática actualmente. Si suponemos que en los próximos tres años la economía retoma el viejo rumbo, debido al impacto de la crisis del 2020 y al estancamiento del 2019, el PIB alcanzaría a duras penas durante la presente administración un crecimiento promedio anual de 0.6%. Un escenario realmente negativo.

La pregunta es: ¿por qué no crece la economía mexicana? Las respuestas pueden ser muchas y complicadas, pero hay una razón muy sencilla que da respuesta en lo fundamental: no hay inversión suficiente. Lograr una mayor inversión —pública y privada— lo antes posible debe ser la máxima prioridad, de lo contrario, las demás prioridades, muy válidas, por cierto, no podrán sostenerse en los años por venir.

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