Los altos índices de popularidad del Presidente no están reflejando la gran cantidad de frentes abiertos, riesgos y la compleja coyuntura por la que está pasando.
Es probable que López Obrador esté en los tiempos más difíciles de su mandato. Una razón está en que su entorno está siendo cuestionado, por más que trate a través de señalamientos externos de evitarlo.
El Presidente es perspicaz y entiende y maneja los tiempos para cambiar los temas, buscando quitarse la atención de asuntos que le son adversos; sabe cómo quitarse la marca.
En estas semanas ha apelado a ello como en pocas ocasiones, porque su agenda se ha visto abrumada por la gran cantidad de frentes que se le han abierto y ha abierto. Algunos son por sus dichos, otros por su entorno y otros más porque diferentes circunstancias y reportajes periodísticos le han afectado en zonas particularmente sensibles.
Lo peor que le puede pasar al Presidente es que le aparezcan contradicciones que le peguen en la llamada línea de flotación. El que hechos de corrupción estén en su entorno inmediato acaban por ser vistos como contradicciones sobre su decir y actuar en términos de ética y principios que han sido su motor en su historia política y hoy en su gobernabilidad.
Predicar con el ejemplo ha enfrentado estos días lances que por más matices que tengan, han acabado por pegarle al Presidente. La reacción que ha tenido, por momentos impulsiva y por momentos da la impresión con dosis de encono, ha colocado a López Obrador en coyunturas en que no lo habíamos visto.
El reportaje sobre Houston, por más que el Presidente trate de señalar a periodistas y por recurrir de nuevo al lugar común de que son “mis adversarios”, es un asunto que le ha pegado al Presidente y lo deja hasta cierto punto vulnerable en temas que le son de enorme relevancia.
El reportaje pone en la mesa una eventual forma de vida de su hijo que rompe con lo que sistemáticamente pregona y defiende. Pueden darse muchas interpretaciones sobre si hay conflicto de interés o no con Pemex, pero el hecho es ver una forma de vida que no tiene nada que ver con el Presidente y sus convocatorias a los ciudadanos a la humildad y sencillez. Lo que no está en entredicho es que el hijo del Presidente tiene derecho de vivir como lo considere, la cuestión es que es hijo del Presidente.
El tema adquiere mayor relevancia, porque los vehementes críticos del Presidente lo ven en “falta”, y por más que el tabasqueño responda al reportaje éste se suma a otros hechos que se presumen de corrupción en su entorno inmediato.
Al sumársele asuntos de esta índole en su entorno, recordemos a sus hermanos y su prima, el Presidente ha estado buscando mover la agenda para que no se intensifique la crítica y que se le señale; sin embargo, ya enfrenta el reto de la acumulación.
El país pasa por momentos difíciles en lo económico y en los ánimos de los ciudadanos. Al Presidente se le empiezan a ver problemas que, si bien puede atemperar, podrían confrontarlo de manera profundamente delicada en el mediano plazo.
Para no perder de vista está el hecho de que cada vez hay más elementos a considerar sobre lo que pensamos los ciudadanos sobre el gobierno, independientemente de la popularidad presidencial.
A los frentes abiertos el Presidente sumó inopinadamente otro, ayer llamó a “una pausa” a las relaciones con España. La respuesta de la Cancillería hispana manifestó su confusión, la cual es la misma que se deriva del concepto de “una pausa”.
Los frentes se acumulan y no se están resolviendo. Mientras hablamos de España, Panamá y otros temas, el país va caminando con rezagos que no está resolviendo el gobierno; no es un momento fácil por más que el discurso diga otra cosa.
RESQUICIOS
Un indicador alentador ante la pandemia es la decisión de algunos países de dejar de usar bajo ciertas circunstancias el cubrebocas en lugares públicos y cerrados. Está por llegar nuestro turno, en tanto no comamos ansias.