Mientras la discusión pública se debate en luchas estériles y llena de frugalidad en los argumentos de uno y otro lado en torno a hecho y contrahechos sin mayor relevancia para la nación, la verdadera discusión sobre los grandes problemas nacionales parece quedar de lado. Si analizamos el contexto económico actual, vemos que se distinguen varias aristas de preocupación que debieran tomar relevancia en la discusión pública.
En especial, la lucha contra la inflación parece no tomar una forma y congruencia adecuadas. Tanto a nivel externo como local las presiones al alza son mayores, al tal grado que, por ejemplo, en enero la tasa de inflación en Estados Unidos alcanzó un nivel de 7.5%, un máximo en 40 años, hecho que seguramente endurecerá la política monetaria de la Fed, llevando a una posición mucho más acelerada el proceso de “normalización monetaria” que implicará mayores incrementos en la tasa de interés respecto a lo previsto (ya se espera para marzo un incremento de medio punto porcentual versus un cuarto de punto anticipado hace un par de meses) y reducciones en la hoja de balance.
En México las preocupaciones por la inflación no son distintas, pero si se añaden algunas sobre el crecimiento económico. Si bien en enero la inflación general confirmó su descenso a tasa anual respecto a diciembre, alcanzando un nivel de 7.07% desde 7.36%, continúa el persistente incremento del subíndice subyacente (75% del INPC); creció de 5.94% anual durante diciembre avanzando hasta 6.21% en enero.
Cabe notar que dos terceras partes del incremento mensual del INPC derivaron de los aumentos en las mercancías reportadas en el subíndice subyacente. La volatilidad del tipo de cambio registrada hace un par de meses, los altos costos del transporte internacional, el aumento en los precios internos de gasolina son factores que afectan persistentemente las cotizaciones de estos rubros de la subyacente.
Los malos resultados de la inflación han llevado, al igual que en Estados Unidos, a un endurecimiento de la política monetaria. Así, la Junta de Gobierno del Banco de México en su reunión de febrero decidió incrementar la tasa de interés en medio punto porcentual llevándola a un nivel de 6%. Además de que de nueva cuenta ajustó su perspectiva de inflación al alza. La autoridad monetaria considera ahora que la inflación alcanzará al cuarto trimestre de este año una tasa de 4% anual, arriba del 3.5% de su estimación anterior.
Si como se espera, en adelante la política del Banco de México es seguir a la Fed, y ésta última va a ser más agresiva en términos de la subida de tasas, el banco central mexicano podría llevar la tasa de interés hasta un nivel de 7.50% al menos al final del año. Los riesgos de inducir con esta política un nivel de crecimiento económico menor no son despreciables. Las de por sí mermadas expectativas de crecimiento del PIB para este año y el siguiente de 2.2% y 2.1% (consenso de la encuesta Citibanamex) podrían verse afectadas todavía más por el impacto de las mayores tasas que inhibirían el crédito para consumo e inversión.
Los riesgos sobre el crecimiento económico son altos, Banco de México opta por cumplir su mandato en tiempo y forma, su margen es muy estrecho, pero queda mucho por hacer en otros ámbitos de las políticas públicas, y ahí es donde debe centrarse la discusión.