Putin masacra dos pueblos

POLITICAL TRIAGE

Montserrat Salomón&nbsp;<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Montserrat Salomón *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

En estas horas oscuras, el pueblo ucraniano brilla con luz propia. Mucho se habla de Volodimir Zelenski como el gran líder carismático en tiempos de guerra; sin embargo, la fuerza de su movimiento está en el pueblo y no en su presidente. Las imágenes de las personas paradas frente a los tanques rusos bloqueando su paso; los civiles armando bombas molotov o tomando las armas para defender a su país; los padres dejando a sus hijos en la frontera y regresando al frente; los atletas y empresarios que regresan del extranjero para unirse a la lucha, éstas son las historias que fraguan la identidad de una nación.

Ucrania ha vivido la opresión y el genocidio a manos de la Alemania nazi y del puño desalmado de Stalin. Luego, ha sufrido una guerra con la Rusia de Putin desde hace más tiempo del que Occidente reconoce. El asedio empezó con sus asentamientos y gobiernos títere. Todo este dolor y sufrimiento catalizan la fiera respuesta de la gente ante un ejército claramente superior. Ucrania podrá perder el enfrentamiento militar, pero las historias de la resistencia y la sangre derramada pasarán de generación en generación, alimentando la identidad de una nación que clama por democracia y libertad.

Por su parte, el pueblo ruso se encuentra dividido. La manipulación mediática en Rusia evita que se vean las imágenes de su ejército masacrando civiles. La narrativa cuenta una historia muy distinta: Putin como salvador; como reivindicador de los territorios rusos robados a su nación; como el defensor de su pueblo ante un Occidente que los ataca sin piedad. Un buen número apoya la historia en la que son víctimas de los ataques constantes de Occidente que los rodea con bases militares y les arrebata territorio. La otra mitad protesta en las calles y es víctima de represión y encarcelamiento. Pero todos, todos, sufren ya los efectos de las sanciones económicas impuestas por el exterior ante la ofensiva en Ucrania.

Nos equivocamos al denominar a Rusia como el enemigo. Demonizar al pueblo ruso es vil y fomenta el encono y apoya la dinámica de la guerra. Vetar a sus atletas e imponer sanciones dirigidas al pueblo sólo alimenta la realidad del sentimiento

antirruso que Putin ha utilizado para mostrarse como una víctima que responde a la agresión constante de Occidente.

La incongruencia de Occidente es patente frente a la figura de Putin. No es un ideólogo que busque revivir a la Unión Soviética, es un oligarca arropado por grandes emporios con el que los gobiernos occidentales no dudaron en hacer millonarios negocios. Tampoco es el líder conservador que abogaba por la familia nuclear y la vida al que tanto alabaron gobiernos de derechas. Es un asesino que se lleva por delante a su pueblo, a Ucrania y a la democracia.

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