Violencias de género y nuevas masculinidades

ENTRE COLEGAS

Horacio Vives Segl *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

Como fue patente en la jornada de ayer, las protestas de los movimientos feministas muestran, tanto el avance en la conquista y el reconocimiento de derechos, como la insuficiencia que persiste en su verdadera protección y promoción, dadas las graves desigualdades y violencias que padecen cotidianamente las mujeres en México y en el mundo.

Hoy más que nunca son legítimos, pertinentes y necesarios los reclamos que escuchamos ayer. No entenderlo así es ser parte del problema. La actitud del régimen actual ante los movimientos feministas podría resumirse en “menos abrazos y más garrotazos”. Nunca un gobierno había atacado tanto (en el discurso) y abandonado tanto (en los hechos) a las mujeres, en toda la gama de matices.

La decepción más reciente —mostrando de nueva cuenta absoluta falta de empatía y nula perspectiva de género— fue el anuncio de la terminación del programa de Escuelas de Tiempo Completo. Las principales afectaciones no son sólo para los estudiantes, que perderán horas de instrucción y socialización (cuando apenas se está recuperando el esquema de enseñanza presencial tras la pandemia), además de la posibilidad de la ingesta de un alimento, que en muchas ocasiones las familias de escasos recursos no pueden dar; la otra gran afectación es, claro, a las mujeres, a quienes se les pre-asigna, arbitrariamente, el rol de cuidados en el hogar y la imposibilidad de contar con horarios disponibles para salir a trabajar. Así, el nuevo regalo gubernamental previo al Día Internacional de la Mujer 2022.

Más allá de los sucesivos cambios al marco constitucional, legal y convencional, que han significado avances en el reconocimiento de los derechos de las mujeres, es indiscutible que, si no hay voluntad de las autoridades en todos los ámbitos, dicho marco normativo se puede convertir en letra muerta. Es fundamental desde la sociedad generar cambios que alienten una cultura de conciencia de género, respeto, diversidad, inclusión e igualdad sustantiva. Justo en ese ámbito los hombres podemos y debemos aportar con algo que se ha denominado como “nuevas masculinidades”.

El tema es complejo y, como todo cambio cultural, enfrenta fuertes resistencias. Tiene que ver con la “deconstrucción” de actitudes y conductas tóxicas, que socialmente se han reproducido y que tal vez podrían englobarse en el concepto de machismo, relacionado con una serie de artificios sociales de lo que significa “ser hombre” y de las ideas, expectativas y roles a ello asociados: supremacía masculina como figura protectora y proveedora, mientras el rol femenino queda relegado a “estar en disponibilidad”, una figura auxiliar o complementaria. Mitos muy antiguos, que han sido y siguen siendo fuente de innumerables actitudes discriminatorias.

Pero, además, esos estereotipos han resultado también sumamente dañinos para los mismos hombres: la presión por demostrar a cada momento esa forma de virilidad, asociada al machismo, y los incentiva a disociarse de su vida emocional, con las correspondientes afectaciones en su salud mental. Culturalmente, no se nos está permitido “ser vulnerables”: enfrentar derrotas y asumir pérdidas (Curso género, ITAM, 2022), y esas frustraciones tienden a producir actitudes violentas (¿cómo no relacionarlo con la actitud e imagen totalmente machista de alguien que decidió iniciar recientemente una guerra de enormes repercusiones?).

De ahí la relevancia de aportar al desmantelamiento de la “masculinidad hegemónica” y construir a partir de una “masculinidad positiva”, para llegar a una igualdad sustantiva y armónica entre todas las personas, más allá de su sexo biológico o de su identidad de género.

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