Mi hija, como muchas otras mujeres jóvenes, se unieron ayer a la marcha, se organizaron desde días antes, llevaron carteles con mensajes y se integraron al contingente.
Me preguntaban que si no me daba miedo que fuera, y yo que he caminado tantas marchas del 8 de marzo sé perfectamente que es un espacio seguro, que el ambiente se llena de energía femenina revitalizante, y que las consignas gritadas en comunidad suenan a una sola voz y más fuertes; así, la ola morada marcha, no sólo como movimiento feminista, sino más fuerte aún, como mujeres unidas contra la violencia, buscando condiciones de trato igualitario y sin discriminación.
Y fue así que ella marchó, y entonces empezaron a llegar los mensajes de WhatApp que inundó de fotos y videos con imágenes de ellas; sus amigas y compañeras del Claustro de Sor Juana, y entre tanto, llegó un video en especial: “Mira má´, las mujeres policías se unieron a la marcha”. El video habla por sí solo. Ellas, las policías, con sus cascos y uniformes obscuros integrándose a la marcha con el brazo alzado, diciendo: “¡Policía, consciente, se une al contingente!”. Otras más sacaban fotos y videos de sus compañeras policías. Las jóvenes les abrieron espacio y gritaban :“¡Mujer, consciente, se une al contingente!”, y con aplausos recibían su incorporación. Verlo enchina la piel de emoción.
Y es que eso es lo que debería de suceder, no sólo durante la marcha, sino en la cotidianidad de la seguridad y del acceso a la justicia para las mujeres, sentir a las autoridades presentes y haciendo empatía. Es decir, con profunda conciencia de lo que está sucediendo. Lo que implicaría ni una valla más que sólo provocan la indignación, vallas que durante la marcha son metálicas, pero que a diario se ven vallas de cerrazón e indiferencia, cuando una madre dice que su hija desapareció, cuando una mujer llega golpeada por violencia intrafamiliar, o una niña o una joven llega violadas o acosada sexualmente por su profesor, su jefe, su familiar o un desconocido que la ataca.
Los datos ahí están, los hemos visto una y otra vez, son realidades que abruman y que nos llenan de miedo. Eso sí da miedo, que mi hija salga de noche, se regrese en transporte público o camine sola por las calles, porque ahí es en donde la impunidad se hace presente y el que “no pase nada” es la verdadera arma con la cual el agresor ataca a las mujeres.
Si somos capaces de entender que tenemos tanto las mujeres como las autoridades impartidoras de justicia y de prevención un agresor común, podremos combatirle. Ese agresor común nos hace coincidir. La lucha es compartida, por eso, la Policía, consciente, se une al contingente, y deberían unirse también los tribunales y los gobiernos, todas, todos unidos contra el agresor, ellos son los verdaderos enemigos del sistema. No quienes marchamos, y esas mujeres policías ayer lo entendieron muy bien.