El joven presidente Gabriel Boric ha tomado posesión en Santiago. La banda presidencial, confeccionada por mujeres de un sindicato textil en una comuna popular, ha sido traspasada a este líder de la nueva izquierda latinoamericana por Sebastián Piñera, magnate y político de la derecha neoliberal, posterior a la Guerra Fría. La sucesión chilena no es una más: es la metáfora perfecta del cambio político en América Latina.
Boric llega al poder con un gabinete de catorce ministras, entre las que destacan la doctora Izkia Siches, primera titular de la cartera de Interior en la historia de Chile, Antonia Urrejola que se encargará de la cancillería, Maya Fernández, nieta de Salvador Allende, que asumirá Defensa, y la académica Marcela Ríos, que será la nueva Ministra de Justicia.
Su gobierno estrenará nueva Constitución y su programa y su mandato electoral están claramente comprometidos con una gran variedad de demandas sociales, que incluyen la reforma de la educación pública en todos los niveles, el pleno reconocimiento a los derechos históricos de la comunidad mapuche, la ampliación de los beneficios de seguridad social y una política migratoria que reste incentivos al racismo y la exclusión.
Esta inauguración presidencial coincide —aunque tal vez no sea plena coincidencia— con la aparición del libro Historias para la ciudadanía (2021) del historiador Rafael Sagredo Baeza, graduado de El Colegio de México, profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile y director del Centro de Investigaciones Diego Barros Arana de la Biblioteca Nacional de Santiago.
El libro de Sagredo es un ejercicio de difusión histórica, basado en la historiografía más actualizada sobre la experiencia de Chile, en todas sus áreas. Se detiene en la condición de “fin de la tierra” de la geografía alargada, atrapada entre los Andes y el Pacífico, del país suramericano, en la evolución de sus recursos naturales y económicos, en los cambios demográficos de su sociedad, en las guerras que fundaron y refundaron el estado-nación que surgió de la independencia, en la república y su presidencia.
En contra de narrativas fáciles que distinguen las tradiciones democráticas de Chile, en el contexto latinoamericano, Sagredo se refiere al peso del autoritarismo en la historia del país suramericano. Durante largos periodos de la historia republicana chilena, de los siglos XIX y XX, el autoritarismo cobró forma por medio de la concentración del poder presidencial, el culto al orden y la estabilidad y los sólidos poderes de la Iglesia y el ejército. Habla el historiador de tres dictaduras: la de Diego Portales en el siglo XIX y las de Carlos Ibáñez del Campo y Augusto Pinochet en el XX.
Frente a una imagen de la epopeya patria, que tradicionalmente se afinca en la guerra de independencia y en las luchas populares de la izquierda que desembocaron en el proyecto de Salvador Allende en los años 60, este libro destaca la importancia de otras guerras, la de la Confederación Peruano Boliviana en 1830, la de Chile y Perú contra España entre 1865 y 1866 y la del Pacífico entre 1879 y 1884, que moldearon el “honor nacional” de la vieja república.
Junto al honor, otro sentimiento que reconstruye Sagredo es el miedo: el “miedo al futuro” durante la gesta separatista y el “miedo como práctica política” en varias elecciones del siglo XX: la de 1920 en que ganó Arturo Alessandri, la de 1938 en que vencieron Pedro Aguirre Cerda y el Frente Popular y las tres en las que contendió Salvador Allende, en 1958, 1964 y 1970. Siempre que se consolidó una candidatura de izquierda, hubo campaña de terror.
También la hubo en las últimas elecciones, pero la libertad venció al miedo y ganó Boric. La historia ciudadana que propone Rafael Sagredo, lejana al enfoque caudillista u oligárquico de las viejas derechas y las viejas izquierdas, acompaña el estreno de la nueva Constitución y el nuevo gobierno en Chile.