El problema de una guerra basada en una mentira

EL ESPEJO

Leonardo Núñez González<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Leonardo Núñez González*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Lo que Putin pretende vender a sus ciudadanos como una “operación especial” en realidad es una guerra abierta con tintes casi genocidas en contra del pueblo ucraniano. No hablar en ningún momento de una guerra con Ucrania es una estrategia de comunicación que funcionaba dentro del imaginario de Putin, pues pensó que una semana sería suficiente para derrocar al gobierno de Ucrania y someter a sus fuerzas armadas. Pero hoy esa mentira es una de las mayores amenazas para las intenciones de Putin.

Cada día que el gobierno ruso utiliza todos los recursos a su disposición para tratar de mantener esa mentira, aumenta el riesgo de que la inestabilidad interna se salga de control y, más importante, limita sus posibilidades de aplastar rápidamente a los ucranianos, que no están dispuestos a rendirse a pesar de las asimetrías de poder. Como ya he escrito en textos previos, la invasión a Rusia se fundamenta en una lectura muy particular y sesgada que Putin obtiene de la historia, en la que a pesar de que Kiev era una ciudad importante desde 700 años antes de la existencia de Moscú, Putin considera que el pueblo ucraniano y el ruso son uno mismo. A pesar de que esto es una mentira, lo cierto es que entre Ucrania y Rusia claramente existieron y persisten vínculos muy fuertes, por lo que es casi imposible argumentar en favor de una guerra de exterminio contra un pueblo que es visto casi como un primo-hermano por los rusos.

Toda la narrativa oficial se ha concentrado en tratar de pintar al gobierno ucraniano como una marioneta extranjera que ha engañado y sometido a sus propios ciudadanos, de ahí la descabellada noción de señalar que se trata de un régimen neonazi y la idea de una misión de liberación, consistente con el afecto que los rusos tienen por sus vecinos. Sin embargo, Putin jamás pensó que la resistencia ucraniana sería tan feroz como para haber prolongado este conflicto por ya casi un mes, por lo que tampoco estaba considerado un escenario en el que las escenas de los crímenes de guerra del ejército ruso comenzarían a apilarse cada día, amenazando con llegar a los rusos. Por eso ha tenido que implementar las brutales sanciones de hasta 15 años de prisión a cualquiera que hable de una guerra con Ucrania.

En lugar de presentar esta guerra como un evento que, tal como en otras guerras, requeriría el apoyo y sacrificio patriótico de todo el pueblo ruso, una “operación especial” se encuentra relativamente limitada al uso de la fuerza militar que ya se movilizó a Ucrania. Más de 100 mil soldados rusos invadiendo Ucrania es una amenaza no trivial, pero que no es ni de cerca todo el poder ruso. Debido a su mentira, Putin no puede enviar a los más de 900 mil militares en activo con los que cuenta su ejército ni movilizar a los 2 millones de personas que están en sus fuerzas de reserva, pues tendría que reconocer y rehacer la mentira que ha construido, lo cual podría ser el inicio de su final. Ucrania resiste y hoy Putin no sabe qué hacer para salir de esas arenas movedizas, ése es el precio de las mentiras.

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