Antonio Caso y el nacionalismo social

TEATRO DE SOMBRAS

En 1933, Antonio Caso y Vicente Lombardo Toledano entablaron una durísima polémica en torno a la orientación marxista que se pretendía imponer a la UNAM. El 29 de septiembre, Caso publicó el artículo “El marxismo y la universidad contemporánea”. Esta pieza tenía tres propósitos, el primero era restar valor a la filosofía marxista, el segundo, condenar el intento de imponer esa filosofía en la universidad y el tercero, que es el que me interesa aquí, sostener que, en vez del marxismo, el nacionalismo social debía ser la doctrina política que orientara la educación pública nacional.

Caso afirmaba que el marxismo era una doctrina superada a nivel mundial. Decía así: “Ahora el socialismo se combina en todas partes con un enérgico movimiento nacionalista. Nuestra Revolución tiene un perfil propio, y debe desembocar en un gobierno enérgico, de amplio sentido social; en un nacionalismo social. Esto es lo que ha realizado en Italia Mussolini; lo que hoy pretende lograr Hitler en Alemania”.

Caso sostenía, usando un lenguaje hegeliano, que la tesis era el nacionalismo, la antítesis era el marxismo y la síntesis era el nacionalismo social. El “oriente de la universidad mexicana”, concluía Caso, debía ser el nacionalismo social mexicano.

Es importante mencionar que, aunque Caso sostenía que el oriente de la universidad mexicana debería ser el nacionalismo social, se cuidaba de aclarar que aquella doctrina debía responder a nuestra circunstancia, es decir, debía ser 100% mexicana. En otras palabras, él no afirmaba que debíamos adoptar alguna versión del fascismo o el nacional socialismo. Sin embargo, la referencia que hace Caso a esos dos sistemas políticos pudo haber generado la sospecha de que él simpatizaba con ellos. Es más, dado que su artículo era anticomunista, se pudo haber supuesto que su anticomunismo coincidía con el de los fascistas o nazis, que rechazaban esa doctrina, pero adoptaban cierto socialismo en beneficio de las masas.

¿Cómo era posible que Caso simpatizara con el fascismo o el nazismo, si lo que él defendía frente a Lombardo era la libertad de cátedra? En Alemania y en Italia esa libertad había sido coartada. ¿Sabía Caso de la hoguera de libros que había tenido lugar en mayo de ese año en las universidades alemanas? ¿Sabía de la ley de partido único emitida en Alemania en junio, que prohibía cualquier tipo de oposición política al partido nacionalsocialista? ¿Era eso lo que él quería para México? ¡Por supuesto que no! Sería una terrible injusticia afirmar que Caso aprobaba cualquiera de esas medidas.

Para entender correctamente a Caso hay que interpretar su concepto de nacionalismo social como una manera de describir la ideología de la Revolución mexicana. Para nosotros, hoy en día, quizá sería preferible hablar de un liberalismo social mexicano, tal como lo describieron autores como Reyes Heroles. Digamos que esa doctrina está en el centro de un triángulo con tres vértices: el liberalismo, el socialismo y el nacionalismo. La Revolución mexicana tenía, algo de cada una de estas tres doctrinas, pero no se reducía a ninguna de ellas.

Cada vértice funcionaba como balance de los otros dos. Por ejemplo, el cardenismo pretendió que la revolución se inclinara más hacia el socialismo, pero ese proyecto fracasó porque hubo resistencias liberales y nacionalistas que lo impidieron. Algo semejante sucedió después de la Revolución cubana, cuando para enfrentar al marxismo que se propagaba por la región, el régimen volvió a invocar los vértices liberales y nacionalistas. Siguiendo esa lógica, diríamos que la Revolución mexicana murió cuando se borraron los vértices socialistas y nacionalistas durante el gobierno salinista.

El 4 de octubre de 1933, Lombardo respondió a Caso en su artículo “Fascismo Universitario”. Según Lombardo, el nacionalismo social por excelencia era el fascismo. Pero se equivocaba Caso, decía Lombardo, al considerar a esa doctrina como una síntesis entre el nacionalismo y el socialismo: el nacionalismo social es una vil estrategia del capitalismo para continuar con su dominio del proletariado. Desde la lectura de Lombardo, la situación global se movía velozmente hacia los extremos. México tenía que elegir sin más tardanza entre el comunismo y el fascismo. Lombardo se pintaba a sí mismo como ideólogo del comunismo mexicano y describía a Caso, de manera abusiva, como ideólogo del fascismo mexicano. El estallido de la Segunda Guerra Mundial en 1939 pondría las cosas en su lugar.

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