Bucha: reflexiones sobre la crueldad

ACORDES INTERNACIONALES

Valeria López Vela*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

“La verdad no se ahoga en el agua, ni se incendia en el fuego”

Proverbio ucraniano

El fin de semana, varios medios mostraron las imágenes de las acciones realizadas por soldados rusos en contra de civiles ucranianos quienes, antes de retirarse de la ciudad de Bucha, se comportaron como fieros bastardos, olvidándose de todos los derechos y signos de humanidad.

De este modo, el delirio bélico liderado por Vladimir Putin llegó a su punto más bajo; en su embestida, Putin deshumanizó a los involucrados en el conflicto. A los ciudadanos ucranianos les robó la libertad y la paz para quedarse con su territorio: dignidades a cambio de tierra.

A los combatientes rusos les quitó la brújula de la decencia: los hizo instrumentos de la crueldad. Así, les permitió el robo, la rapiña, la violación; convirtió a sus soldados en criminales de guerra, a cambio de televisiones, joyas o computadoras: almas a cambio de monedas.

Todo ello, para que su adicción al poder se viera saciada; para que su ansiedad por dominar, por humillar, para mostrar al mundo que él es el “amo y señor de Rusia, de Ucrania y de Europa”.

Pero, ni el más indecente de los políticos tolera ver reflejada —en el espejo de la historia— su imagen de dictador. Por ello, miente, niega, tergiversa; utiliza la propaganda, compra la conciencia de los periodistas, sodomiza a la verdad. ¿Por qué? Porque aún en la borrachera de poder, la intuición de justicia le recuerda que, al despojar a otros de su humanidad, pierde él mismo la suya y, ni él mismo, es capaz de respetar su imagen en el espejo: la de un salvaje empoderado, no más que eso.

Al iniciar la guerra, Putin pensó que la crueldad deshumanizadora sólo impactaría a los ucranianos; una vez más, el genio del Kremlin se equivocó pues ni él mismo tolera escuchar el eco de sus acciones.

Como explicó el filósofo Baruch Spinoza, “la crueldad —o salvajismo— es el deseo por el que un hombre se ve impulsado a dañar a alguien a quien deberíamos amar o compadecer. A la crueldad se opone la clemencia, que no es un estado mental pasivo, sino un poder por el cual el hombre refrena sus instintos de ira y venganza”. Esto es lo que ha propiciado la invasión a Ucrania en los soldados rusos.

No es posible mantener una postura de “falsa neutralidad” sin convertirse en cómplice, como lo hizo La Jornada en su portada del lunes. La indiferencia es otra forma de crueldad que renuncia a comprender el sentido de la calamidad de los demás.

¿Qué se puede hacer tras lo ocurrido en Bucha? En el libro La paradoja de la crueldad, el filósofo Philip Hallie nos explica que lo opuesto a la crueldad no son ni la bondad ni el amor cristiano, sino la libertad: política, social o de elección. Por ello, los pasos para reparar los hechos ocurridos en Bucha incluyen el establecimiento de la verdad, la restauración de las libertades y la impartición de justicia.

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