Reflexión de Semana Santa

ANTROPOCENO

Bernardo Bolaños<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Bernardo Bolaños*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

El Nuevo Testamento fue escrito en griego, aunque algunos de los textos en que está basado debieron redactarse primero en hebreo o arameo. Alejandro Magno había conquistado grandes extensiones de tierra y ahí se difundió su lengua.

Pero los Evangelios no están redactados en griego clásico, sino común, la koiné, la lengua franca del Mediterráneo oriental en el siglo primero de nuestra era. La principal diferencia entre el griego clásico y la koiné es el sistema vocálico.

El idioma del Nuevo Testamento está simplificado a cinco vocales. El griego común perdió la distinción que hacía el griego clásico entre vocales largas y cortas, siendo a veces confuso, menos preciso al expresar ideas.

El idioma del Nuevo Testamento no es el de las élites intelectuales. Las clases altas siguieron usando el griego clásico, leyendo y traduciendo a Homero, Eurípides y Platón. La lengua en la que se difundieron las enseñanzas de Jesús de Nazaret es la lengua de los campesinos, de los artesanos y de las mujeres (condenadas entonces al hogar, no a la política).

Existen pocas obras maestras en griego común. Aparte del Nuevo Testamento, está el pensamiento del exesclavo Epicteto, quizá el más grande de los filósofos estoicos. En sus Disertaciones, que son en realidad apuntes de clase tomados por su alumno Arriano, escuchamos hablar al sabio de manera sencilla y directa acerca de la dignidad del que está sometido al abuso del poderoso, de la serenidad del que es desafortunado en la rueda de la fortuna que es la vida y de la valentía del filósofo estoico frente a los imponderables de la existencia.

Algunos han creído que Epicteto complementó su moral de esclavo con textos cristianos. Pero esa hipótesis ha sido prácticamente descartada con análisis filológicos. Por lo tanto, lo que tienen en común Jesús y Epicteto es la koiné, el griego común, la lengua de las clases populares.

Cuando el mensaje de Jesús, en griego común, ya no podía ser escuchado directamente por los diferentes pueblos de la cristiandad, la Iglesia católica se convirtió en el poder pastoral que guiaba a la gente en su vida (a diferencia del poder soberano que reinaba y decidía la muerte del enemigo interno o externo). Al César, decidir la muerte; a la religión, guiar la vida.

Pero, tras la Reforma protestante y el debilitamiento de la Iglesia, es el Estado moderno el que reúne, según Foucault, esas dos atribuciones de reinar y guiar. Pero el filósofo francés advierte que el Estado moderno ya no necesariamente guía desde un púlpito. Calcula, incentiva, compensa.

Los líderes populistas, que se comparan con Jesús, creen que le hablan al pueblo llano en su idioma, en una koiné. En realidad, desconocen otras formas de guiar las conductas, menos soberbias, pontificadoras y esquemáticas. Ana Laura Magaloni ha advertido recientemente del peligro de que la Suprema Corte de Justicia también adopte el lenguaje simplificado de los políticos populistas, en shows televisados, en vez de elaborar sentencias escritas de calidad. ¡Al César lo que es del César!, dijo el propio Jesús (Mateo 22:21).

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