Las elecciones nos están hablando

DE LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD

Rafael Solano*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

En finales de abril, el mundo fue testigo de la elección francesa, una de las más esperadas, que tuvo como resultado el declive de los partidos tradicionales y el fortalecimiento de la derecha radical con un histórico 40%. ¿Esta elección está alejada de lo que pasa en México?

Las elecciones en el mundo nos están hablando fuerte y claro. Uno de los economistas más estudiados de la última década, Thomas Piketti, ha estado investigando los clivajes del voto en las democracias occidentales junto a Clara Martínez-Toledano y Amory Gethin. Sus datos sugieren que está existiendo un conflicto de clases orientado por la educación (socio-cultural) y los ingresos (económico); en la que la segunda se está convirtiendo en determinante sobre el apoyo a un partido.

En las democracias occidentales, incluyendo Francia y sus recientes elecciones, los ciudadanos con menor nivel educativo se están desplazando hacia el nativismo que propone la redistribución de la riqueza (en Europa la anti-inmigración). Las élites educadas se están moviendo hacia la socialdemocracia, y los de mayor ingreso a partidos de corte conservador. Hay otra variable importante, la urbanización, en ciudades de menor tamaño, más pobres y menos educadas, el apoyo al nativismo de derecha se ha incrementado de manera sustancial, impulsado por un “resentimiento” entre las clases trabajadoras. Finalmente, para el caso latinoamericano se ha detectado cierto componente regional que podría estar ligado a la etnia.

Para Piketti, Martínez-Toledano y Gethin, estamos ante un cambio fundamental, anteriormente los más educados y de mayor renta, votaban por partidos de derecha. Ahora la élite educativa vota en mayor medida por la izquierda y la económica en mayor medida por partidos de derecha. A este fenómeno le han llamado élites múltiples. De hecho, con los resultados de 2018, estos autores asumieron que las élites educadas se consolidarían en Morena. Sin embargo, el actuar del gobierno los ha venido moviendo de allí, como adelante explicaremos.

Estamos presenciando una nueva división cultural, producto de cambios socio-políticos profundos y graduales que operan como determinantes del voto. El tema es que el polo que propone la redistribución de la riqueza es más nacionalista y se ha venido fortaleciendo entre los votantes con niveles educativos más bajos y entre aquellos con menos niveles de riqueza. Aunque parece que una forma efectiva de combatirlo ha surgido de una coalición que demanda cierta redistribución de la riqueza, apertura e integración global.

En México, el fenómeno Morena arrasó en 2018, prácticamente con un acuerdo tácito de cambio entre los votantes. La coalición obradorista logró convencer a todos los estratos votantes de su proyecto social y principalmente de su combate a la corrupción. Sin embargo, al tomar el poder, el presidente alentó la polarización y generó dudas sobre la pertinencia de su proyecto para todos los estratos. Esa coalición unánime, poco a poco ha ido desapareciendo y ya se expresa en los resultados electorales del 2021 y en la revocación de 2022.

¿Qué pasó en el camino?, en 2021 la coalición gobernante perdió el voto de las élites educadas y de mayor ingreso. Las clases medias urbanas de las metrópolis del país rechazaron el proyecto morenista, lo que generó un nuevo equilibrio parlamentario con Va por México, así como el nuevo posicionamiento regional de Movimiento Ciudadano como fuerza socialdemócrata emergente. Las políticas gubernamentales del gobierno mexicano se fueron encarrilando hacia la redistribución del ingreso por la vía de programas sociales generales, el nacionalismo entendido como “soberanía”, así como la adopción de la democracia directa y la concentración de las decisiones, emulando gobiernos latinoamericanos como Venezuela y Bolivia. Estas políticas han venido cincelando un electorado que mostró sus trazos en la revocación de mandato.

El nativismo redistributivo, que se expresa en la extrema derecha europea, lo podemos encontrar en Latinoamérica, pero con un espectro distinto, ubicado en la izquierda nacionalista de discurso populista, con una variable de regionalismos que también se encuadra en términos de etnias, como se ha observado en Perú y Bolivia en los últimos años. De hecho, aunque en México es un tema tabú el hablar del componente racial o geográfico en política, parece que en el fondo se ha diseminado a través de la estrategia de radicalización que el gobierno ha emprendido, como lo sugieren los resultados de la revocación de mandato.

Como ya se ha analizado, dichos resultados sugieren que el obradorismo se ha fortalecido en lugares donde prevalece la informalidad, el bajo poder adquisitivo, la baja escolaridad, y los ambientes complejos, que incluyen lo rural, vías de comunicación poco conectadas y factores delictivos. Los resultados revocatorios también revelan la principal geografía de la base electoral oficialista, ubicada debajo del paralelo 20 (centro-sur-sureste). Pero hay algo más que emerge entre la bruma del revocatorio; se acepte o no, el componente racial ha venido permeando durante el obradorato, incrustado en la narrativa oficialista y sus redes sociales afines. Y es que la constante apología sobre el tono de piel y la posición social, ya están trayendo los primeros efectos, como se pudo observar en el revocatorio; ya que no podemos dejar de observar que en México las personas con tonalidades de tez más clara se autoperciben con mayores ingresos, mientras que las de tez más morena lo hacen con menores ingresos, sucede lo mismo con la escolaridad (colordepiel.colmex). Esto es importante porque emula lo sucedido con gobiernos afines al obradorismo, como los de Perú y Bolivia, donde el aspecto étnico ha sido un resorte en sus proyectos nacionales.

Lo curioso del asunto, es que, para el peruano Castillo y el boliviano Evo, las reivindicaciones étnicas fueron un importante resorte para alcanzar el poder; mientras que, en México, el gran aglutinador fue la corrupción, sin embargo, el gobierno no profundizó en esa demanda y ya no está convocando a todos los sectores, como lo hizo en 2018. Y es aquí donde cobra mucho sentido lo que nos están contando Piketti, Martínez-Toledano y Gethin para el resto del mundo, en medio de la polarización que vive el país, la existencia de un conflicto socio-cultural, económico, y con ciertas características étnicas o raciales. Por último, también las elecciones nos están hablando sobre quiénes están derrotando a los radicalismos (ahí están Boric y Macron), candidatos que representan una nueva generación, que no forman parte de los bloques predominantes en los últimos 30 años, de corte reformista, que presentan alternativas sobre el costo de la vida de los ciudadanos (pensiones y laborales), están conscientes del cambio climático, impulsan la integración global, y entienden la importancia de consolidar amplias ventajas en ambientes urbanos. Así, estimado lector, las elecciones nos están hablando.

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