Antes de que Putin desatara los horrores de la guerra al invadir Ucrania, se pensaba que una de las posibles soluciones a las tensiones entre la OTAN y Rusia era negociar para los ucranianos un estatus de neutralidad como el de Finlandia. Hoy, el desastre que es la guerra de Rusia ha llevado a que Finlandia, junto con Suecia, haya comenzado a avanzar el camino para integrarse a la OTAN. Todo lo que Putin quería evitar, hoy se ha convertido en realidad; su fracaso es mayúsculo.
Finlandia ocupa una posición muy interesante en la geopolítica del norte de Europa, pues con sus 1,940 kilómetros de frontera con Rusia, 734 kilómetros con Noruega y 614 kilómetros con Suecia, se encuentra en una encrucijada entre dos zonas de influencia difíciles de ignorar. Pocas cosas tan elocuentes para ilustrar esta posición tan complicada como recordar que durante la Segunda Guerra Mundial, Finlandia peleó en los dos lados del conflicto.
Finlandia primero colaboró con las potencias del Eje, pues en 1939 luchó en contra de la Unión Soviética para defenderse de una invasión ordenada por Stalin bajo justificaciones de seguridad y protección del puerto de Leningrado, hoy San Petersburgo. Stalin pensó que aplastaría fácilmente al ejército finlandés, pero no fue así, pues Finlandia resistió e incluso conquistó territorios rusos mientras la campaña de Hitler avanzaba sobre Rusia. No fue hasta 1944, después de 5 años de conflicto, que los finlandeses aceptaron un armisticio propuesto por los países aliados y adquirieron una posición de neutralidad a cambio de derrotar y expulsar a los nazis de su territorio.
La ferocidad y capacidad del ejército finlandés para resistir los ataques de la Unión Soviética y después para expulsar a las fuerzas de Hitler le permitió convertirse en un espacio de neutralidad útil tanto para la Unión Soviética como para la OTAN, pues su propia capacidad le permitía a Finlandia defenderse por sus propios medios. La herencia de esa ventaja estratégica hoy sigue presente: a pesar de que Finlandia tiene sólo 5.5 millones de habitantes, el servicio militar obligatorio, junto con entrenamiento y equipamiento efectivo, le permitiría hacer pasar los 216 mil elementos de reserva que actualmente están listos para ser desplegados hasta 900,000 soldados, que en poco tiempo estarían en aptitud de combate. Así, Finlandia hoy podría tener a su disposición la misma cantidad de personal llamado a las armas en Ucrania, a pesar de tener sólo una octava parte de su población.
Y precisamente por estas consideraciones es digno de atención que Finlandia, junto con el de Suecia, ha comenzado formalmente el proceso para unirse a la alianza militar de la OTAN. Después de los múltiples ataques de Rusia al orden internacional, en el que la invasión de un Estado soberano reconocido es el último episodio, Finlandia abandonará su posición de neutralidad, por lo que de un plumazo la frontera de la OTAN con Rusia casi se duplicaría y con un ejército al que difícilmente puede amenazar impunemente. De esta manera, las decrecientes capacidades rusas tendrían que dividirse aún más para poder proteger sus fronteras, lo que pondría todavía más presión a la economía rusa que ya está en picada. Putin se apunta otro fracaso.