Debacle tricolor

CONTRAQUERENCIA

Eduardo Nateras<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Eduardo Nateras*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

Ausencia de proyecto, falta de liderazgos, débil dirigencia hundida en escándalos, corrupción, malas decisiones y peores resultados tienen —hoy— a una institución insigne de nuestro país en franca decadencia.

No, no se trata de la Selección Mexicana de futbol y sus —también— paupérrimos resultados de cara a la justa mundialista de finales de año, sino del Partido Revolucionario Institucional, uno de los actores más relevantes de la historia política de México y sin el cual no podría entenderse el siglo XX mexicano.

Muy lejos han quedado las épocas del PRI como el partido hegemónico (aunque aparentemente hay un nuevo sucesor) que controlaba la Presidencia y los 32 gobiernos locales. El cambio, aunque lento, comenzó hace más de 30 años: en 1989, perdió por primera vez una gubernatura —la de Baja California—; en 2000, por vez primera perdió la Presidencia de la República —ante el PAN—; en 2012, recuperó la Presidencia; pero en 2018, la volvió a perder —ante Morena—.

El 5 de junio pasado, entregó las gubernaturas de Hidalgo —primera alternancia local en la historia— y Oaxaca, además de perder —en alianza— en Tamaulipas y Quintana Roo. Tras estos resultados, ya únicamente conserva tres gobiernos locales —Coahuila, Durango y Estado de México—. Y, si la tendencia continúa, para el próximo año muy probablemente sólo gobernará en Durango. Con ese panorama llegaría a la elección presidencial del 2024.

Las más recientes derrotas electorales deben atribuirse —en buena medida— a la debilidad de su actual dirigencia, hundida en una crisis adicional tras las diversas grabaciones difundidas en semanas recientes, en las que se expone la manera —lamentable y poco lícita— de operar de su presidente, Alejandro Moreno —Alito—, y de sus deplorables palabras en torno a los periodistas —a quienes, a decir suyo, no hay que matar a balazos, sino de hambre—. Ante ello, Alito se ha limitado a decir que la obtención de audios es ilegal y que es víctima de un embate orquestado en su contra desde el Gobierno federal, sin referencia alguna al contenido de las grabaciones.

A mediados de semana se llevó a cabo un cónclave con Alejandro Moreno para analizar la situación del partido, al cual asistieron diez exdirigentes tricolores —Beatriz Paredes, Carolina Monroy, César Camacho, Claudia Ruiz Massieu, Dulce María Sauri, Jorge de la Vega, José Antonio González Fernández, Manlio Fabio Beltrones, Pedro Joaquín Coldwell, Roberto Madrazo y el coordinador del PRI en el Senado, Miguel Ángel Osorio Chong—. Pero, a pesar de la exigencia —casi unánime— de que Alito deje la presidencia del partido, de su parte recibieron un no rotundo.

Así, a escasos dos años de los comicios presidenciales, la apuesta del PRI sigue siendo la alianza con los otrora antagónicos PAN y PRD. Pero, si bien es cierto que la única manera de hacerle frente al partido oficial es por medio de una candidatura única de la oposición, es evidente que el efecto aliancista es cada vez menor y hasta contraproducente. Muy gris escenario enfrenta el partido tricolor.

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