El segundo periodo de gobierno de Emmanuel Macron, el presidente francés que recientemente logró su reelección para otros 5 años, ha quedado definido por la segunda vuelta de las elecciones legislativas que se llevaron a cabo este domingo. El presidente francés ha quedado acotado al no haber logrado la cifra mágica de 289 diputados, es decir, no ha logrado conseguir la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional.
Pero los mayores ganadores de esta jornada han sido el abstencionismo, la izquierda y la extrema derecha, mientras los jóvenes han sido los derrotados.
En lo tocante al abstencionismo, éste se ha convertido en una señal inequívoca del desencanto de una generación con la política. Los jóvenes son el grupo principal que ha marcado su distancia con la clase política y, al no sentirse representados ni escuchados, han optado por alejarse de la arena electoral. Mientras que el abstencionismo general en la primera vuelta legislativa llegó a un preocupante 52.95%, entre los electores más jóvenes esta cifra llegó hasta 75%. Que sólo 1 de cada 4 jóvenes decida salir a votar es un termómetro difícil de ignorar, más cuando se habla de un país con una larga y profunda tradición democrática y participativa, como Francia. De hecho, hasta antes de 1988, sólo en una ocasión el abstencionismo había rebasado el 30% en las elecciones francesas. A partir de ese momento comenzó una tendencia a la alza imparable que en los últimos años ha superado el 50%. Este domingo llegó a 54%.
El desencanto con la política ha ido de la mano con un sistema económico en el que los más jóvenes han sido una de las principales víctimas del aumento generalizado de la desigualdad. Mientras que Francia vive en la realidad dual de una región parisina boyante junto con un empobrecimiento del resto de la población no urbana, los jóvenes han sido los más afectados por las altas tasas de desempleo (que superan 15%). Éste fue el contexto alrededor de las manifestaciones de los llamados “chalecos amarillos” antes de la pandemia, pero también ha sido el campo fértil para discursos de la extrema derecha xenófoba, como representa Marine Le Pen, así como para las propuestas sociales de la izquierda.
Esta situación social es lo que también ha ayudado a que la izquierda pudiera tener un segundo aire, pues después de que su candidato, Jean-Luc Mélenchon, no pudiera pasar a la segunda vuelta presidencial, para estas elecciones legislativas la izquierda se unió en un gran frente único que les ha permitido ser la segunda fuerza. La unión de los partidos Europa Ecológica Los Verdes (EELV), Comunista (PCF), Socialista (PS) y La Francia Insumisa (LFI) en un solo frente, articulando diversas demandas y propuestas sociales, han logrado acotar a Macron en su segundo periodo de gobierno al quitarle la mayoría absoluta. Aunque esto no es para echar las campanas al vuelo, pues entre los ciudadanos que apoyan a la izquierda, la mayoría prefiere abstenerse, pues 53% de los que apoyaron a Mélenchon, por ejemplo, decidió no participar en las elecciones legislativas. En última instancia, el abstencionismo es el mayor ganador en Francia y los jóvenes los mayores perdedores. ¿Cuánto tiempo más es sostenible esta situación?