Con el modelo de metas de inflación, por el cual los bancos centrales fijan un objetivo (en nuestro caso tres por ciento anual, más menos un punto porcentual de margen de error), la herramienta de las autoridades monetarias para conseguirlo y mantenerlo es alguna tasa de interés de referencia (en nuestro caso la Tasa de Interés Interbancaria, TII), y la regla es: si la inflación se ubica por arriba de la meta, la tasa debe subir; si por debajo, debe bajar.
Se supone que si la tasa de interés aumenta el ahorro se vuelve más atractivo, la gente ahorra más, se reduce la demanda por bienes y servicios, se contiene el alza de precios, se combate el repunte en la inflación. Se supone.
La herramienta de política monetaria del Banco de México es la TII, la tasa de interés que les cobra a los bancos cuando les presta dinero, por lo que, si tienen que pagar una mayor tasa de interés por el dinero que les presta el banco central, cobrarán una mayor tasa de interés a quienes les prestan. El aumento en la TII induce el aumento en las tasas de interés. Sí, pero de las activas, las que los bancos cobran, no necesariamente de las pasivas, las que los bancos pagan. Y para hacer más atractivo el ahorro las que tienen que aumentar son las pasivas, no las activas.
Supongamos que al mismo tiempo que suben las tasas activas también lo hacen las pasivas (al suponerlo hay que tener en cuenta que a los bancos les conviene que suban las activas –las que cobran– y que bajen las pasivas –las que pagan–, la combinación correcta para maximizar utilidades), por lo que el ahorro se vuelve más atractivo y la gente decide ahorrar más y/o más gente decide empezar a ahorrar, lo cual implica que se reduzcan sus demandas individuales, pero no que se reduzca la demanda agregada (la suma de las demandas individuales), por una razón muy sencilla.
¿Qué tienen que hacer los bancos con el dinero que les prestan los ahorradores? Prestarlo, por lo cual, lo que dejaron de gastar quienes lo prestan lo gastarán quienes lo piden prestado, dándose una recomposición de las demandas individuales (quienes prestan gastan menos y quienes piden prestado gastan más), pero no necesariamente una reducción de la demanda agregada (la demanda de todos), que es la que debe reducirse para combatir las presiones inflacionarias.
Para que el aumento en la TII surta el efecto que se espera, frenar el repunte en la inflación (que deje de subir) y revertirlo (que empiece a bajar), deben cumplirse unos supuestos que no necesariamente se cumplen.
El más reciente aumento en la TII, ¿qué tanto ayudará a frenar y revertir el repunte en la inflación? ¿Qué nos dicen los hechos? Entre mayo de 2021 y mayo de 2022 la TII aumentó de 4.00 a 7.00 por ciento y la inflación pasó de 5.89 por ciento a 7.65. ¿Qué falló? ¿La medicina? ¿La dosis? ¿El momento de suministrarla?
Y lo más importante, que prácticamente nadie menciona, muchos menos los miembros de la junta de gobierno del Banco de México. ¿Qué papel ha jugado en el repunte en la inflación el que entre mayo de 2021 y mayo de 2020 la cantidad de dinero que se intercambia en la economía (monedas y billetes en circulación), haya aumentado 15.4 por ciento?
Por lo pronto la inflación, en la primera quincena de junio, fue 7.88 por ciento (6.02 hace un año, 3.17 hace dos), la mayor en lo que va del año.