Durante buen tiempo me pregunto si ¿el sistema político en que vivimos en México es el que más nos conviene o simplemente es el que tenemos por ser, el que como sociedad merecemos?
Y la respuesta es dual. Somos una sociedad poco participativa y le damos mínima importancia al sistema político que tenemos, nos interesamos poco por influir en las decisiones de política y gobierno y dejamos mucha holgura a las determinaciones que al final impactan en todo lo que hacemos.
La democracia no termina con la participación ciudadana en la urna el día de la elección, y parece que sólo nos hacemos responsables, en parte, de elegir y le dejamos toda la responsabilidad a quienes suponemos serán los que definan por nosotros.
Luego nos dedicamos, como sociedad, sólo a esperar y si es posible, en algunos casos a la crítica fácil. Nos preocupa poco la clase política y a los que se dedican a esa labor les calificamos muy mal.
Es verdad que los políticos hacen poco por mostrarse cercanos a los electores, por cumplir sus promesas de campaña, si es que en algún momento las hicieron, y los que las hicieron, por completo caminan en sentido opuesto a lo que los llevó al lugar porque el ciudadano los votó.
Entonces tenemos dos elementos a considerar. Una sociedad poco interesada en la elección de las o los mejores y, por otro lado, una clase política que en su mayoría se comporta cínica, lejana y poco preparada para los cargos que fueron electos.
El problema es complejo.
La sociedad no avanza porque el sistema político no resuelve la problemática ni las demandas de la sociedad, y la sociedad elige sin el menor conocimiento e interés de encontrar mejores oportunidades por mejores personas.
Mientras no seamos capaces de salir del círculo vicioso de elegir malos gobernantes por estar mal informados, y las decisiones pasen por políticos incapaces y corruptos que sólo buscan su beneficio personal, la situación que como país vivimos será la misma o quizá sea peor.
El político de la actualidad debe abrir canales de comunicación efectivos, de ida y vuelta. Se debe establecer como prioridad el diálogo entre ciudadanos con quienes tienen o aspiran a algún cargo. El elector o el ciudadano debe estar dispuesto a aportar si se dan las condiciones y el gobernante es receptivo a propuestas que resuelvan la problemática existente.
Hoy la sociedad tiene toda la información al alcance de su mano y frente a ellos, infinidad de posibilidades para saber lo que pasa en el mundo. Un político no puede llegar a imponer su visión sobre todos los temas. No existen políticos ni personas que tengan toda la información y que lo sepan todo. Es fundamental que la sociedad tome parte en las desiciones, que tome parte en las definiciones, que se involucre en los procesos y que sea parte de la solución.