En 1926, la familia Franklin viaja de Londres a las Islas Sicilianas para la reunión anual de verano con su familia judía. Rosalind, de seis años, es la segunda hija y única mujer de los cuatro (después nació la menor), y es descrita por sus tíos como “alarmantemente inteligente”, para divertirse se la pasa haciendo operaciones aritméticas cuyos resultados son perfectos.
Su padre, Ellis Franklin, exitoso banquero, se siente incómodo, pues él no recibe empleadas, sólo
contrata hombres.
En ese contexto decide darle la misma oportunidad educativa que a sus hijos varones, es así como consigue una excelente educación con los primeros lugares. Jugadora de hockey y gran deportista crece sana y por sus propios méritos logra ingresar a Cambridge a los 16 años, donde en medio de la Segunda Guerra Mundial se gradúa de Química con honores. Desarrolla su carrera en cristalografía, estudia los minerales y en especial el carbón. Desde los 22 años trabaja como investigadora, se muda a vivir sola, lo cual, es poco usual en sus circunstancias; sin embargo, su familia la respeta. Tiene grandes conversaciones con su padre de quien aprende un estilo directo, muy joven le debate la existencia de Dios, centrando su vida en la ciencia para el conocimiento.
A los 26 años (1946) consigue trabajo en el laboratorio de Servicios Químicos de Notre Dame, en París, lugar donde Marie e Irene Curie han ganado el Premio Nobel y gracias a ellas el trato entre hombres y mujeres es igual. Rosalind era francófila y bilingüe, pasa una época donde se desarrolla en su área publicando a razón de seis artículos científicos cada año, se especializa en hacer imágenes con RX y fotografía molecular, se desarrolla en Física. Es muy sociable y con un grupo de amigos practica montañismo de manera profesional todos los veranos.
Para 1950, sus hermanos ya están casados, ella sin interés en hacer una familia y dedicada a la ciencia accede a la insistencia de sus padres de regresar a vivir a Londres. Cuando llega ya tiene reconocimiento internacional, por lo que consigue trabajo como investigadora en el King’s College, donde la tendencia es hacia la biología, ella acepta sumar estos temas a su campo de estudios y es así como usando sus amplios conocimientos logró una fotografía, conocida como “Foto 51”, que fue la clave para descifrar la estructura del ADN (Ácido Desoxirribonucleico), molécula en la que se centra la transmisión genética, y que ha sido la base de la medicina moderna. Además, registró en sus notas mediciones y observaciones precisas que serían decisivas para el avance de la ciencia.
Al mismo tiempo su colega Maurice Wilkins, investigaba lo mismo, pero por sus diferentes personalidades trabajaban separados.
Franklin se quejaba de que no le permitían acceder a la sala común de café y del área de investigación por ser mujer, excluyéndola de todo, lo que su personalidad fuerte y segura resentía.
Cuando James Watson llegó a unirse al grupo tenía 23 años y se caracterizaba por su actitud irreverente, pronto empezó a llamar a Franklin “Rosy”, lo cual a ella le molestaba y le puso límites, pero no se enteró de que Wilkins compartió con Watson a escondidas la foto y cálculos que ella había logrado y que fueron claves para el primer modelo correcto de la molécula de ADN, publicado en la revista Nature de 1953, donde la mencionan de paso. Por su parte, Rosalind consiguió una oportunidad de regresar a París y renunció al King’s College.
En la biografía escrita por Brenda Maddox (2002), se menciona que Franklin murió de cáncer cinco años después, a los 37 años, sin llegar a saber hasta qué punto el trabajo de Crick y Watson había dependido de su investigación.
En 1962 Watson, Crick y Wilkins recibieron el premio Nobel de Medicina por su investigación sobre la molécula del ADN, de acuerdo con Jenifer Glynn (hermana menor de Franklin), “ni Watson, ni Crick mencionaron a la científica en sus discursos de aceptación, Wilkins si lo hizo muy brevemente”.
En el libro de memorias que Watson publicó llamado La doble hélice (2000), la menciona como “Rosy la Bruja”, tal vez para justificar su culpabilidad por el robo de su investigación, fabricando una criatura hostil y poco cooperadora, que no corresponde a la descripción de quienes conocieron a Franklin.
El comité del Nobel no permite hacer reconocimientos póstumos, por lo que no lo hubiera ganado, pero estas omisiones y exclusiones cambian la vida de las personas, para ella ser mujer fue una desventaja, pues con facilidad la excluyeron.
En 2003 la Royal Society de Reino Unido estableció el premio Rosalind Franklin para ayudar a las mujeres en la ciencia, como una reparación a la injusticia
de que fue objeto.
A su prematura muerte, en 1958 fue sepultada en el Cementerio Judío Willesden, en Londres, Reino Unido.
En sus palabras: “La ciencia y la vida cotidiana no pueden ni deben ser separadas. La ciencia, para mí, provee una explicación parcial de la vida.”