Conabio: Seamos guardianes

ANTROPOCENO

Bernardo Bolaños*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

U na avispa aterriza con decisión en mi hot dog y comienza a comer salchicha. La vendedora me dice: “¡Una disculpa! Sabe que va a morir pronto, por el invierno”. Para Heidegger, una vida auténtica confronta su finitud, es un “ser para la muerte”. La avispa filosófica, de amarillo y negro brillantes, semejante a un muñeco de Lego, me causa compasión y la dejo seguir comiendo.

Estoy en Toronto, Canadá. Le pregunto a la vendedora de hot dogs, nacida en Bulgaria, si ella trabaja a la intemperie, incluso en los meses más fríos. Responde que el año pasado sólo cerró su puesto en enero. Algunas mariposas monarca, las famosas migrantes, revolotean cerca de nosotros, de flor en flor. Ya están en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. No sé si ellas también sepan que están en peligro de extinción, que al cruzar Estados Unidos muchas morirán por pesticidas y en Michoacán por la desaparición de sus bosques.

Más tarde, un joven biólogo canadiense me enseña una piel de tlacuache. Dice que estos marsupiales comenzaron a llegar a Toronto desde el sur hace treinta años, siguiendo la avanzada de las garrapatas. Según él, no tienen el pelaje necesario para soportar el frío y su piel se nota necrosada. “Pero aquí están igual”, pienso.

Los migrantes mexicanos han ganado reputación en el norte por ciertas habilidades, como la jardinería. Por el mismo precio de un estudio en un sótano, me han ofrecido rentarme una pequeña casa, a condición de encargarme del jardín. ¡Cómo no estar orgulloso y agradecido con mis paisanos!

Además de buenos jardineros, los mexicanos somos excelentes naturalistas. Tenemos al sistema nacional de información sobre biodiversidad más grande del mundo, con casi 25 millones de especímenes. Colaboran en él miles de voluntarios, pero quien no reconozca a su fundador, el Dr. José Sarukhán, seguramente es un mal bicho.

Recientemente, el Dr. Sarukhán se vio obligado a renunciar como coordinador de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad. Sin un experto al timón de la Conabio, podríamos perder servicios vitales.

Más que productores de maíz transgénico a granel, los mexicanos somos conocedores del cacahuazintle, del maíz criollo, del azul. Antes que cowboys somos jardineros y, cuando no contamos con milpa, mínimo tenemos macetas en el patio o la azotea. Comemos nopales, quelites y chapulines. A diferencia de mafiosos coleccionistas de tigres y leones exóticos, queremos preservar la cuenca y la montaña, la chinampa y el manglar. Más que morir en las cuevas oscuras de las minas de carbón, quisiéramos poder vivir de nuestra tierra, nuestro sol y nuestro viento.

La flora y la fauna son el sustento del ser humano. Pero, sin la ciencia, es fácil convertirnos en una especie depredadora y suicida, matar a la gallina de los huevos de oro. Hacen falta expertos que, siguiendo el ejemplo de tantos mexicanos de a pie, lean el estado de ánimo de los otros seres vivos, enfrenten plagas y restauren los eslabones que forman los ecosistemas.

Temas: