Q ue los niños vuelvan a las aulas es una extraordinaria noticia. El Covid-19 modificó la dinámica educativa y los alejó de ellas; cifras oficiales indican que en los dos últimos ciclos escolares un millón 400 mil alumnos abandonaron los salones, modificando radicalmente su vida.
El Gobierno de México trabaja intensamente e inicia este ciclo fortaleciendo el programa la Escuela es Nuestra, con cambio de titular en la Secretaría de Educación Pública (SEP), incrementando las becas que reciben los estudiantes, y siguiendo adelante con la creación de las universidades, sosteniendo adecuadamente que la educación no es un privilegio sino un derecho.
Más de 230 mil planteles abren sus puertas para recibir a cerca de 29 millones de alumnos, 24 de ellos de educación básica y 5 de media superior, que serán atendidos por más de 1 millón 200 mil maestros.
Las clases presenciales son fundamentales para los alumnos, permitiéndoles acceso a materiales y espacios con los que en muchas ocasiones no se cuentan en los hogares; la presencia en los salones disminuye el rezago escolar y fortalece las relaciones sociales, permitiendo a los maestros registrar de cerca el desempeño de los niños.
El regreso a clases pone una vez más el foco en la infraestructura educativa; es de todos conocido que las condiciones de ésta, tiene una influencia importante en el logro académico de los estudiantes. Contar con una escuela en buenas condiciones es un elemento fundamental para garantizar el derecho a la educación. Es aquí donde tenemos un reto fundamental que vencer, que nos obliga a que los planteles educativos de nuestro país cuenten con todo lo necesario para que el alumno aprenda. El presente y sus oportunidades obligan al mejoramiento de nuestras aulas en materia de tecnología, conectividad, materiales y mecanismos de enseñanza innovadores.
Es decir, además de muros, techo, pisos firmes, energía eléctrica, drenaje, agua potable, iluminación, aire acondicionado (en sitios donde se requiera), bancas y pizarrones, es necesario contar con Internet y equipos que permitan a los alumnos explotar al máximo sus talentos y capacidades, teniendo acceso a un sinnúmero de materiales y oportunidades que este tipo de herramientas proveen.
Especialistas sostienen que la infraestructura tiene varios efectos en los niños. En primera instancia, sus características los motivan, predisponiéndolos frente al proceso de aprendizaje; en una escuela limpia, bonita y funcional, dan ganas de estudiar. En segunda, las condiciones de las aulas influyen directamente en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Cifras de la propia SEP nos indican que el 31 por ciento de las escuelas no cuenta con lavamanos, el 27 carece de agua potable, el 42 no tiene drenaje, el 11 no cuenta con sanitarios y el 10 opera sin luz eléctrica.
El objetivo y la prioridad de todos debe ser que los niños mexicanos cuenten con una escuela en buenas condiciones. Primero, garantizando servicios y elementos básicos. Segundo, dotando de tecnología y recursos necesarios para permitir a los alumnos acceso a un mundo globalizado y a procesos de aprendizaje de vanguardia. Juntos, sociedad y Gobierno, podemos mejorar las condiciones de las escuelas y con ello, mejorar la educación de nuestros niños.