Israel disparó contra Shireen Abu Akleh: en una sociedad en postrauma la respuesta es la indiferencia

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

Cuatro meses tuvieron que pasar para que esta semana el ejército israelí reconociera que uno de sus soldados disparó a muerte en contra de la periodista palestina Shireen Abu Akleh. Después de meses de presión diplomática y varias investigaciones de medios internacionales que apuntaban a la culpabilidad de Israel, las investigaciones del ejército revelaron que un grupo de soldados, en una redada para detener a presuntos terroristas en la ciudad de Jenin, disparó hacia donde se encontraba Abu Akleh, una de las periodistas más reconocidas en el mundo árabe.

Desde la ola de atentados que dejaron a más de una decena de civiles muertos en Israel hace más de un año, el ejército israelí ha detenido a decenas de supuestos implicados y matado en enfrentamientos a muchos presuntos militantes. Sin embargo, la mayoría de la población israelí, acostumbrada a décadas de violencia y enfrentamientos, reaccionó a esta nueva ola de violencia con absoluta indiferencia. Cuando se trata de militantes o jóvenes anónimos, que cumplen con el perfil de supuestos terroristas, sus muertes no suelen recibir la atención de medios israelíes e internacionales. Desde la década de 1990 la violencia en Cisjordania se ha convertido en norma, en una constante que pierde relevancia ante el volumen de enfrentamientos, detenidos y muertos.

El caso de Abu Akleh fue diferente. De inmediato la oficina del entonces primer ministro, Naftali Bennett, liberó un video donde se podía ver, supuestamente, cómo militantes palestinos disparaban en dirección a donde estaba Abu Akleh. Pocas horas después el gobierno modificó la narrativa, anunciando que sería prácticamente imposible revelar quién es el culpable sin contar con la cooperación de la Autoridad Palestina —que se negaba a cooperar con la investigación privada del ejército—. La presión del departamento de Estado de Estados Unidos y la lucha de la familia de Abu Akleh terminaron por cambiar el curso de la investigación. La muerte de Abu Akleh parece no haber sido intencional; no obstante, el asesinato de una periodista ha puesto en cuestión las normas de comportamiento del ejército israelí en áreas civiles palestinas, provocando incluso la demanda de Estados Unidos a Israel de revisar los reglamentos que rigen a su ejército en Cisjordania.

Es improbable, a pesar de haber admitido responsabilidad, que Israel tome acciones contra el soldado que disparó a Abu Akleh. Muchos criticarán esa omisión como un acto de crueldad; sin embargo, la crítica no tendrá mayor efecto en la sociedad israelí y, por lo tanto, tampoco ocasionará un cambio de fondo. El motivo de esto no es que la sociedad israelí sea cruel, o busque la eliminación del pueblo palestino, como algunos argumentarán; se trata más bien de un estado de indiferencia ante una violencia que nadie entiende, que los medios no explican, y que se ha convertido en una constante que incluso los pacifistas más asiduos se han cansado de denunciar. Después de décadas de control militar de una población civil, de cientos de ataques terroristas en contra de civiles israelíes y de la incapacidad del liderazgo político israelí y palestino de llegar a acuerdos, la violencia en Cisjordania se ha convertido en una especie de fantasma que pierde importancia precisamente por su omnipresencia.

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