Doscientos años de relaciones diplomáticas

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Guillermo Hurtado*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Los aniversarios nunca faltan, y este año conmemoramos los doscientos años del establecimiento de relaciones diplomáticas entre México y Estados Unidos. En estos doscientos años ha pasado de todo. Cualquiera que haya estudiado historia o lea los periódicos sabe a qué me refiero. Pero el pasado no es destino y la relación entre México y Estados Unidos puede ser cada vez mejor. Depende de nosotros, en los dos lados de la frontera, para que esto sea una realidad.

El 31 de enero del 2022 se dio a conocer el llamado Plan de acción 2022-2024 del Entendimiento Bicentenario entre México y Estados Unidos. El objetivo de este plan es abordar de manera conjunta el tema de la seguridad y, en particular, combatir el tráfico de armas, que va del norte al sur, y el tráfico de drogas, que va del sur al norte. El plan se plantea como una cooperación entre dos partes que se tratan como iguales.

Es una lástima que este “entendimiento” se restrinja al tema de la seguridad, asunto que, aunque nos preocupa de los dos lados de la frontera, no es el único que puede resultar de interés entre ambos países.

El mes pasado, el embajador Ken Salazar inauguró una exposición de pinturas y fotografías en su residencia oficial en las Lomas de Chapultepec. El tema principal de esas obras de arte es la lucha por los derechos humanos y civiles de los trabajadores migrantes en Estados Unidos. Me parece que esta iniciativa va en la línea correcta, aunque sea un suceso con repercusiones muy estrechas.

Me parece que podríamos aprovechar la temporada del bicentenario de las relaciones entre México y Estados Unidos, para que el entendimiento entre las dos naciones no se limitara a temas de seguridad o de economía, y se extendiera al campo de la educación, la cultura y las artes.

El tema del intercambio educativo, cultural y deportivo debería ponerse en el centro de las negociaciones entre ambas naciones. Se me ocurre que podríamos intentar reproducir algo semejante al programa Erasmus, que es un programa adoptado por los países de la Unión Europea, junto con algunos más de la región, para impulsar la movilidad educativa. Existe desde hace décadas el programa Fullbright, es cierto, pero no tiene la dimensión y el alcance del Erasmus.

Un programa como el Erasmus en la zona del Tratado de Libre Comercio de América del Norte —o, por lo menos, entre Estados Unidos y México— sería una manera en la que lograríamos un mejor entendimiento entre nuestras naciones. Apostar por la educación de nuestros jóvenes siempre es garantía de beneficios a largo plazo.

Estados Unidos y México tienen relaciones muy estrechas; sin embargo, todavía tienen mucho que entender el uno del otro. Además de vecinos, podemos llegar a ser hermanos.

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