La ultraderecha avanza notablemente en la Unión Europea en estos últimos meses. Suecia, Polonia, Hungría y, ahora, Italia.
El reciente triunfo de la ultraderecha en Italia, encabezado por Giorgina Meloni, pone a prueba no sólo a ese país, sino a todo el continente europeo, que puede salpicarse de esta política extrema, populista, que pocos resultados ha mostrado no sólo en Europa, sino en otras partes del mundo.
Pero además, Europa ya ha vivido lo que es tener gobiernos ultraderechistas. Desde Benito Mussolini, no había llegado un grupo fascista al poder en Italia.
El partido de Meloni, Hermanos de Italia (Fratelli d’Italia-FdI) obtuvo más del 26% de los votos en las elecciones legislativas realizadas el domingo 25 de septiembre, lo que pone casi de forma segura en la silla de primer ministro a Meloni, aunque estos comicios también estuvieron marcados por un incremento de la abstención, con más del 36%, principalmente en la región sur.
Y no sólo está la llegada al poder de esta mujer. Silvio Berlusconi, de 86 años, obtuvo un escaño luego de que su partido, también de derecha, sumó votos para estos comicios, por lo que el exprimer ministro está de vuelta en la política, pese a todos los altibajos que Italia vivió en la década de los 90 y principios de los años 2000.
La extrema derecha amenaza con cambiar las políticas sociales establecidas por Bruselas sobre temas migratorios y comerciales, lo cual, sin duda, puede afectar los tratados que se tienen como Unión Europea. En 2018, Meloni, la líder de FdI, presentó un proyecto de reforma constitucional para eliminar la supremacía del derecho comunitario sobre el nacional, un proyecto que podría resurgir.
Su visión de gobierno tiene fuertes componentes antielitistas, discursos euroescépticos, políticas discriminatorias contra minorías y un posicionamiento crítico con el funcionamiento de las democracias liberales.
Pero además, quienes están cerca de Meloni aseguran que es afín al ruso Vladimir Putin.
Italia no es el único país donde se ha optado por el extremo derecho del péndulo, pues está la reelección de Orbán en Hungría y el reciente triunfo de los Demócratas Suecos, con más del 20%, una fuerza política fundada en los años ochenta por neonazis.
Estamos hablando de grupos afines al partido de Adolfo Hitler y al de Benito Mussolini. Años tardaron en Europa para poder restablecer el tejido social y la destrucción que ocasionaron esos gobiernos.
Este grupo sueco no es nada demócrata, pues su política es populista, antinmigrante y abiertamente contraria a la presencia de musulmanes en Europa.
Avace de la ultraderecha
Y no olvidemos al partido VOX en España, que en 2019 obtuvo 15.2% de los votos y se consolidó entre sus seguidores, hoy celebra la victoria de Meloni en Italia y lo ve como un “impulso político” para su propio crecimiento en su país. Incluso, lo ve como “la constatación de que el futuro pertenece a los patriotas”.
En Francia, la ultraderecha amenaza con tomar fuerza tras los resultados en Italia, y será de la mano de Marine Le Pen, líder del reagrupamiento nacional, quien fue derrotada en las elecciones presidenciales pasadas por Emmanuel Macron.
Los partidos de extrema derecha, populistas, conservadores y nacionalistas crecen en 18 de los 27 países del bloque europeo.
Los gobiernos de extrema derecha, en el viejo continente, buscan devolver una serie de poderes a las capitales nacionales y quitárselo a Bruselas, mientras que en Latinoamérica la extrema izquierda se fortalece.
Al final de cuentas hablamos de gobiernos populistas, que no generan estabilidad y que suman clientelismo para continuar en el poder.
De acuerdo con los datos, desde 2018, en 11 de las 12 elecciones presidenciales en América Latina, el voto fue por cambiar al partido en el poder, es decir, por buscar lo contrario al llamado establishment y darle la oportunidad de gobernar a la oposición.
Muchas de estas decisiones están basadas en los actos de corrupción revelados y las crisis económicas que se agravaron con la pandemia de Covid-19.
Entre 2020 y 2021 ganaron candidatos de izquierda en la mayoría de las elecciones celebradas en la región: Luis Arce, en Bolivia; Pedro Castillo, en Perú; Xiomara Castro, en Honduras, y Gabriel Boric, en Chile.
Colombia fue una de las pruebas más importantes este año, pues Gustavo Petro ganó las elecciones, lo que colocó a un presidente de izquierda por primera vez en la historia de este país sudamericano.
Mientras que en Brasil todo indica que de nuevo buscará la solución en la extrema izquierda, luego de los pobres resultados de Jair Bolsonaro, el presidente de extrema derecha que nunca dejó de estar en el ojo del huracán.
Será en octubre cuando se decida su rumbo entre el actual presidente Bolsonaro y el expresidente de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), absuelto de las condenas por corrupción que recibió.
Lo que estamos viendo es que el mundo se está polarizando. La mayoría de los votantes lo que buscan es un cambio al gobierno que tienen al momento de la elección.
Lo que está sucediendo en Europa con la extrema derecha es un retroceso enorme. En América Latina con gobiernos de izquierda también ha habido muchas fallas. Y el péndulo oscila de un lado al otro entre polos opuestos. Polos desde donde se divide a la población y con ellos el voto.
Estamos viendo en la mayoría de nuestros gobernantes posturas radicales, que solamente le hablan a su base y con eso tienen para permanecer en el poder, el péndulo va de un lado al otro entre la extrema izquierda y la extrema derecha. De vez en cuando se tendrían que poner en el lugar de sus gobernados.