La errática actuación del líder del tricolor ha resultado sumamente desconcertante, tanto para aliados —en turno— como para contrincantes —también en turno—, lo cual ha generado diversas consecuencias no deseadas difíciles de leer.
Por un lado, la filtración de diversos audios que expusieron sus turbios manejos al frente del partido, fueron uno de los motivos que ahondaron las consecuencias de la crisis en las urnas del PRI y generaron conflicto al interior del partido y la exigencia de su renuncia como dirigente nacional.
Luego, vino su polémico respaldo a la política del actual Gobierno de ampliar las facultades de las Fuerzas Armadas, al grado de ser él mismo quien propusiera la reforma constitucional que extenderá sus funciones en labores de seguridad pública hasta 2028, lo que causó una nueva división interna entre impulsores y detractores de la propuesta, así como la suspensión —aún temporal— por parte del PAN de su alianza electoral con los tricolores.
Tras la aprobación en el Senado de la reforma constitucional —con el crucial voto a favor de diversos legisladores priistas y perredistas—, el sostenimiento de la coalición electoral parecía, a todas luces, insalvable. Sin embargo, en días recientes ocurrieron algunas sorpresas que ponen en duda la aniquilación de la alianza.
Ni bien terminaba de enfriarse el revuelo por la aprobación de la reforma en el Senado, el partido gobernante consideró que la inercia adquirida a través de sus nuevas amistades “transpartidistas” era suficiente para retomar la propuesta de Reforma Eléctrica y lanzar la Reforma Electoral.
Pero, en esta ocasión, para asombro de muchos, el líder tricolor se pronunció en contra de cualquier proposición que pretenda minar las facultades, atribuciones y funcionamiento del Instituto Nacional Electoral. Si bien, en las circunstancias actuales, un pronunciamiento público está lejos de ser palabra de honor —sobre todo, a partir del voraz cambio de lealtades ocurrido recientemente en el Senado—, sin duda, causó extrañeza entre quienes ya veían en el PRIMOR al aplastante romance legislativo que daría paso a las reformas pendientes del actual Gobierno.
Por otro lado, tanto el PAN como el PRI —de manera independiente— llevaron a cabo eventos para posicionar diversos liderazgos internos, que pueden aspirar a hacerse de la candidatura presidencial del 2024. Y aunque algunas de las propuestas resultaron desconcertantes —pues simplemente no cuentan con la presencia y empuje para encabezar una alternativa opositora real—, hubo un elemento en común en los discursos de aspirantes de ambos partidos: no descartaron competir en alianza —a pesar de las recientes infidelidades— y fueron relativamente claros en establecer que un frente único opositor es la única alternativa seria para disputarle la presidencia a Morena.
Como recientemente comentó uno de los aspirantes opositores en un encuentro con estudiantes universitarios, “la política es cuestión de intereses” —pésimos, regulares o hasta buenos, pero intereses, al fin y al cabo—. Será cuestión de ver qué interés pesa más.