En los procesos electorales, o mejor dicho, en las definiciones de los representantes de los partidos para enfrentar cargos de elección popular es donde se comenten las más atroces y descorazonadas traiciones, o “acuerdos por el bien del estado y del país”.
Se están decidiendo las candidaturas en dos estados importantes, se corre ya prácticamente a marchas forzadas la elección presidencial adelantada por el Presidente, la oposición se tropieza y nadie piensa en la verdadera política, ni en la ética, que muchos ni conocen, ni en el deber ser, etc.
Eso me lleva a la reflexión y me hace pensar en lo que se escribía hace ya casi dos siglos.
En este sentido, la claridad con que Max Weber, considerado padre de la filosofía, expone los conceptos de política, ética y legitimidad, nos deja con una premisa: si Max Weber fuera un autor contemporáneo, sus teorías sobre ética y política seguirían tan vigentes como en 1919. Su percepción sobre las conductas, cogniciones y emociones que debería tener un político aún hoy en día son totalmente actuales
El planteamiento de la ética política de Weber parece idearse a modo de guía para la vida pública, con tres grandes elementos diferenciadores dentro de la acción política: Primero, las acciones e instituciones políticas interrelacionadas, lo que podemos decir, es la ética política de la responsabilidad (el ser de la política).
El planteamiento de ética política expuesto magistralmente en sus libros. Vale la pena destacar que en la actualidad, la mesura es un atributo que continuamente está ausente de los discursos, campañas y gestión de gobierno, a pesar de la desigualdad y los problemas económicos que han derivado de las decisiones equivocadas, los políticos siguen mostrando una falta de empatía con la población y esta actitud provoca el encono y la polarización, un fenómeno que se ha visto también exacerbado en muchos lugares del mundo.
Hoy la política es más de “ocasión”, una especie de política electoral, se privilegia el proceso en el que serán electos que la buena acción de gobierno, que los ideales y necesidades de los gobernados. Aun cuando gocen de legitimidad.
Cuando leemos a Weber, entendemos que es tan actual como importante.
No sólo de pasión se construye un político, además debe ser mesurado, lo cual según Weber, es una de las cualidades fundamentales, junto con la capacidad de reflexión y el buen juicio. En la medida de lo posible, el político actual habría que dejar de lado la vanidad, que en muchos casos rige de manera preponderante.
Hoy la política tendría que voltear a esos perceptos, México lo requiere. El Estado de México y Coahuila lo necesitan.