Uno de los mayores cambios que a nivel internacional estamos presenciando es la transformación del modelo globalizador a uno de fragmentación regional del mercado mundial. Con la globalización se pretende aprovechar las ventajas que ofrece el comercio internacional y la producción de bienes a través de distribuir los distintos procesos de manufactura y de servicios mediante otras zonas geográficas no importa cuán distantes estén, siempre y cuando involucren reducciones en los costos, incrementos en productividad, apertura de nuevos mercados y menores riesgos, incluso, aprovechar la mano de obra barata que se proporciona en una gran cantidad de economías emergentes.
Esta mecánica de producción de bienes y servicios denominada offshoring está siendo sustituida por un nuevo modelo denominado nearshoring, basado también en una transferencia de la producción hacia terceros en otros países del mundo, pero a diferencia del offshoring, ésta se traslada hacia países cercanos y con la misma zona horaria. La razón de este cambio se deriva de los enormes riesgos que generaron la pandemia, la crisis económica, la guerra Rusia-Ucrania y, en general, conflictos geopolíticos que desembocaron en el rompimiento de las cadenas de distribución, en inusitados incrementos de los costos de transporte y de materias primas, a lo que se suman los riesgos de carácter político de los grandes bloques económicos de Asia, Norteamérica y Europa.
No se trata de un desmoronamiento del modelo globalizador pero sí entramos a una fase de regionalización mucho más profunda, donde las ventajas comparativas de nuestro país derivadas de su posición geográfica, la especialización en las manufacturas de alto nivel (no sólo la maquila) y los estándares de productividad alcanzados con el tratado comercial de Norteamérica T-MEC (antes TLCAN), proporcionan una adaptación casi natural al nuevo modelo de producción mundial fortaleciendo una integración del bloque de Norteamérica, por cierto, uno de los de mayor poder económico en el mundo.
Recordemos que hace casi dos décadas China se integró a la Organización Mundial del Comercio, con ello y a través de los años logró consolidarse como el primer gran proveedor de manufacturas importadas de Estados Unidos, alcanzando una participación máxima de 24.5% hasta antes de la pandemia, para posteriormente retroceder hasta 20%. Las exportaciones manufactureras mexicanas han mostrado mayor fortaleza manteniendo su participación en 14% a pesar de la crisis.
Debido a las ventajas comparativas mencionadas de nuestro país y sumadas a la cada vez más tensa relación entre Estados Unidos y China, no son pocas las posibilidades para los empresarios mexicanos y extranjeros de lograr una sustancial y mayor inversión en el sector exportador y una ampliación del mercado en Norteamérica.
Una oportunidad así de expandir la capacidad de crecimiento económico para México no se había visto desde la Segunda Guerra Mundial. Se tienen los recursos, la mano de obra calificada, niveles salariales competitivos (por fortuna los bajos salarios están dejando de ser el atractivo de inversión extranjera en México gracias al T-MEC). Es prioritario establecer las condiciones óptimas para la inversión en materia de estabilidad económica, medio ambiente, seguridad e inversión en infraestructura para no quedar rezagados del nuevo paradigma mundial.