L as calles son libres y en términos políticos, como decía Emiliano Zapata con relación a la tierra, “son de quien la trabaja” y no existen monopolios que hoy puedan ostentarse como únicos e inamovibles dueños.
No existen modelos ideales a seguir en cuanto a liderazgo se refiere. Cada momento en la sociedad requiere de un liderazgo diferente y éstos obedecen a situaciones coyunturales.
Lo que sucedió hace algunos años con el movimiento de Andrés Manuel López Obrador, el candidato presidencial de Morena, con relación a las tendencias de preferencia electoral, no necesariamente estaban ligadas a su capacidad para convocar a gente a las calles, no estaban en la fuerza de su discurso o en la capacidad de convencimiento de masas, lo que él pudo capitalizar mejor que nadie fue la actividad digital que se volcó sobre sus acciones, que creyó en sus dichos y que se adueñó de la conversación, y desde ese lugar habló a los ciudadanos cansados de los altos niveles de corrupción, desde ahí sembró su mensaje y quedó bien colocado por la sociedad en general. Podemos decir que lo sucedido en la elección presidencial de 2018 fue un cambio a la dinámica y tendencias de la conversación, que dejó, de ser monótona y se convirtió en verdadero diálogo, algo que los ciudadanos en general piden a gritos siempre, que se les escuche, que se les responda, que se les involucre.
Hoy viene a cuento este recordatorio por lo sucedido hace unos días con la marcha ciudadana a favor del INE, que si bien es cierto acaparó la atención, tendencias y conversación de una buena parte de la ciudadanía, debemos entender que el impulso se está dando de manera inercial en el mundo digital, y es ahí donde se está librando la verdadera batalla que genera una dinámica política ya conocida y experimentada por el actual Presidente, pero lejana a los opositores que no tienen claro el poder adquirido en ese sentido.
Hoy tiene sentido puntualizar que en la política nada es permanente, no existen victorias eternas ni políticos intocables e ideales, los liderazgos y los políticos deben estar en el entendido de que son sólo provisionalmente deseables.
La evolución en los sentimientos de la gente son permanentes, y lo que hace algunos años despertaba algún interés, hoy es solo parte de un pasado que los llenó de ilusiones y esperanza. Nadie podría decir que tiene a los electores en sus manos y bajo su control, no importa si existen 25 o 30 millones de beneficiarios de un determinado programa, son el número personas que asistirán a la urna para apoyar un determinado proyecto. Históricamente, el electorado es voluble y está dispuesto a cambiar de opinión de acuerdo a su interés en el momento indicado.
Quien se abrogue el monopolio de las calles, del discurso, de la verdad absoluta o del pensamiento de los ciudadanos, está dando el primer paso al fracaso político.